Mirando siempre hacia el futuro, casi extraña que Franklin Chang Díaz desee que Costa Rica hoy se parezca al país que dejó en 1968, cuando inició los estudios que lo llevaron siete veces al espacio.
Guanacaste, hogar de su familia y sueños desde el 2007, hoy le recuerda la nación de antaño.
Allí respira una atmósfera comunitaria donde los vecinos aún se involucran entre ellos y, juntos, se apoyan en proyectos colectivos para sus comunidades.
El científico anhela reproducir ese pasado: la Costa Rica cuando la educación pública era de primera categoría, como lo eran sus calles y puentes, y la gente vivía menos encerrada en sus casas.
La realidad es que 44 años luego, ni Guanacaste (ni Costa Rica) son los de antes. Se deterioraron por falta de mantenimiento.
Cuando se vive en un sistema que se descompone lentamente, las personas se acostumbran a que las cosas no funcionen; es tan lento el cambio que la mediocridad se vuelve costumbre.
Así lo analiza el astronauta retirado; un vecino de Liberia quien también se siente perjudicado (y molesto) por los problemas de su provincia y nación.
“Costa Rica era un país brillante y pionero en muchas áreas, la educación, la estructura social. Nos hemos beneficiado por años pero no les hemos dado mantenimiento”, recordó vía telefónica desde Houston (Texas) junto a su esposa, Peggy Doncaster.
El científico lo pone bien fácil: llega a Houston más rápido en un vuelo de tres horas que a San José en carro. La ausencia de asfalto no solo se siente entre las nubes.
Su esposa, Peggy, ingeniera y médico familiar, también lamenta los tormentos vecinales que frenan a los guanacastecos.
“Es realmente chocante y te abre los ojos la pobreza en medio de esos lujosos desarrollos turísticos. Es un crimen que niños deseando aprender ciencias o matemáticas no tengan opciones ni condiciones como las de un colegio científico que igual es un modelo muy excluyente”, resaltó Doncaster. Su esposo cierra filas con ella.
Para él, aunque la figura del colegio científico promueve algo positivo, en el proceso en realidad causa más daño a quienes no ingresan que ayudando a quienes sí.
De una u otra manera, estudiantes académicamente sobresalientes triunfará en la vida con o sin colegio científico. Esa es su tesis.
Para la pareja, sin embargo, todas las promesas de Guanacaste merecen vestir el uniforme escolar y colegial dentro de un salón de clases decente al margen de su grandeza académica. Es un derecho.
“Debemos volver a la Costa Rica de antes con educación pública de primer mundo en toda escuela pública”, recordó el físico.
Hoy algo le huele mal en el modelo educativo costarricense y el mismo Chang siente demasiado aroma a negocio en la enseñanza.
“Los graduados de colegios privados más costosos terminan en las mejores universidades que son las públicas y quien se gradúa de escuelas y colegios públicos, cuyas deficiencias educativas les impiden ir a la universidad pública, terminan en las privadas sin necesariamente asegurar una buena educación”, se lamentó.
Sin la camisa de fuerza mental. La solución a los problemas en Guanacaste y otras provincias, opina, empieza por quitarse la idea de esperar que el Gobierno lo resuelva todo.
“El problema que sentimos en Liberia es que el país está muy centralizado y el Gobierno igual. Los sistemas públicos realmente están enfocados en San José. Esa es la percepción que uno tiene allá”, comentó el también empresario.
La descentralización, señala, podría traer a cambio un poco más de autonomía y bienestar local.
“Todos los dineros van a parar a San José y allí hay un gran enredo y ese gran enredo dificulta que esos aportes regresen al punto de origen que es la provincia”, aseguró.
Para el viajero espacial, Guanacaste y todo el país, siguen siendo extraordinarios y el potencial enorme. Los problemas no son tan grandes, añadió, como para pesimismos o derrotismos fáciles.