Jan Koum es el Conde de Montecristo del mundo tecnológico. Así como el personaje de Alejandro Dumas, el creador de WhatsApp debió esperar para tener su “venganza”: pero llegó y con $19.000 millones.
Rechazado al postularse a un puesto en Facebook hace cinco años, el ucraniano de 38 años ahora será parte de su junta directiva. También vivió de bonos alimentarios, por lo que firmó la venta de su aplicación en el centro de asistencia social donde recibía las ayudas.
Sin embargo, aunque le llegó su hora, Koum no es vengativo. Más bien, es un buen tipo. Tenía un objetivo cuando fundó WhatsApp en 2009 junto con Brian Acton: crear un servicio confiable, privado y sin anuncios que pudiera enlazar a personas a través del planeta.
El ucraniano tiene pegado en su escritorio un mensaje de su socio: “Sin anuncios, sin juegos, sin trucos”. En un mundo donde Facebook y Google venden tus datos a publicistas, Acton y Koum parecen filántropos.
El dúo se conoció laborando en el departamento de Anuncios de Yahoo! y coincidieron en que odiaban su trabajo. Renunciaron en el 2007, viajaron por Suramérica y al regresar a Estados Unidos pidieron trabajo a Facebook, pero fueron rechazados. Acton también trató, sin éxito, de unirse a Twitter. No se dejaron vencer e impulsaron su propia idea: mensajería segura y sin anuncios.
Privacidad. Koum nació en un pueblito cerca de Kiev, Ucrania, y vivió su juventud entre temores de ser escuchado por la Policía comunista. “Las paredes tenían orejas y no podías hablar libremente”, aseguró en una conferencia en Múnich.
En 1992, Koum llegó a EE. UU. con su madre. Vivían de bonos y él redondeaba los ingresos familiares limpiando pisos en una tienda.
“Todo esto (la privacidad) estaba en la mente de Jan cuando, tras años de trabajar con Brian , empezó a construir WhatsApp”, aseguró en su blog Jim Goetz, el principal inversionista de la compañía.
A diferencia de Facebook, Whatsapp no registra la edad, nombre o género de quienes lo utilizan. La aplicación aseguró en su blog que esto no cambiará con la venta.
Empresarios. Aparte de la privacidad, el proyecto comenzó con el sueño de prescindir de anuncios. Ese es el origen del cobro de $1 anual que hace WhatsApp a sus usuarios. La aplicación confirmó que esto no cambiará con la venta.
¿Por qué tanta adversión? La respuesta está en el primer tuit que publicó Koum, en el 2011. Es una frase de Tyler Durden, personaje de la cinta El Club de la Pelea : “La publicidad nos hace querer comprar coches y ropa, trabajar en empleos que odiamos para poder comprar lo que no necesitamos”.
Koum tiene una vocación alternativa. En 2013, le dijo a The New York Times : “Facebook y Google, Cisco y Apple, todas esas compañías nunca se vendieron. Tomaron el camino de ser compañías independientes (...) Queremos ser tan buenos como esas compañías”.
Un año después, Koum y Acton son ricos, pero WhatsApp no es una empresa independiente. Tal vez sea el precio de la revancha.