En la ONU, ese babel burocrático de la diplomacia mundial, funciona una oficina de análisis en tiempo real de amplios volúmenes de datos con fines humanitarios. Todo un contraste de velocidades.
La oficina se llama Global Pulse y lo que busca son “señales de humo digitales” pues parte de que, si las detecta, tras ellas habrá “fuego”, esa inminencia de una crisis que con su trabajo de minería de datos podría evitarse.
Global Pulse explota así las nuevas tecnologías para hurgar enormes colecciones de información ( big data ) generada por las personas en redes sociales, blogs, celulares y comercio en línea en un intento por transformar cómo responde la ONU a crisis.
Su hipótesis es que pequeños cambios en patrones en el uso de servicios (las “señales de humo”) pueden ser una alerta en comunidades vulnerables.
Como una agencia publicitaria trazando patrones de consumo, Global Pulse intenta seguir en tiempo real problemas como desempleo, epidemias o alzas de precios como si fueran marcas comerciales para tomar mejores decisiones e hallar oportunidades.
El propósito, expone la entidad en su sitio en Internet, es dotar a los programas de desarrollo y ayuda más capacidad de observación inmediata y predicción.
Esto, de paso, también aportaría a los tomadores de decisión política agilidad y precisión frente a escenarios cambiantes en esos sitios hacia donde va el auxilio.
El esfuerzo del grupo, así como socios del sector privado y público entre universidades, empresas y grupos no gubernamentales, es replantear la dinámica del transporte y distribución de agua, medicinas y comida antes de que se desate la emergencia a falta de reportes oficiales fiables y oportunos.
Su origen data del 2008 cuando la entidad ya temía cómo la crisis financiera golpearía a países en desarrollo y cuando el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, reconocía los límites de los instrumentos clásicos para seguir el ritmo del desarrollo en un planeta cada vez más digitalizado. Global Pulse emergió como esa solución.
Filantropía de datos. Por la popularización de celulares en el mundo, los datos capturados por las operadoras son el mayor aporte para el grupo ha escrito Robert Kirkpatrick, director de Global Pulse, quien aboga por la filantropía de datos: que el sector privado regale big data para el bien público.
Kirkpatrick cree que el sector privado debería interesarse por su propia conveniencia pues comunidades económicamente saludables son mercados más atractivos.
Su propuesta es que, para despejar temores por razones de privacidad, los datos deben primero limpiarse de referencia a información personal dejando solo el contenido para análisis. Aún así, funciona.
En el 2012, la empresa telefónica Orange cedió 2.5 billones de registros de llamadas y mensajes de texto intercambiada entre cinco millones de usuarios en Costa de Marfil.
Esto condujo a un concurso de ideas llamado Reto Datos para el Desarrollo que atrajó 80 aportes de investigación incluidos varios de importantes instituciones académicas. En la categoría de desarrollo, ganó un equipo de IBM que analizó patrones a partir de los sitios desde donde fueron las llamadas.
Hallaron que pequeños ajustes en la red de autobuses de Abidjan, la ciudad más grande Costa de Marfil, podría reducir 10% el tiempo promedio de traslado entre los destinos de esa red facilitando la llegada de escolares a sus aulas y de residentes de zonas rurales a la ciudad, aparte de bajar la contaminación.
Eduardo Ulibarri, embajador costarricense en la ONU, confirmó que Costa Rica se ofreció a la ONU como destino para que Global Pulse abra un laboratorio en el país y ya hay un proceso encaminado.
Si prospera, el país y países vecinos podrían beneficiarse de información generada por las personas con un teléfono en la mano.