“Ya no podemos dormir tranquilos por temor a que en cualquier momento nos ataquen. Pasamos la noche con un ojo abierto y el otro cerrado”, dijo Elvis Reyes, agricultor de 29 años, al referirse al ambiente prevaleciente en su comunidad, situada a escasos 1,5 kilómetros de Nicaragua
Reyes agrega otro factor que, en su opinión, aumenta el miedo: “La Fuerza Pública debe abrir un puesto de control las 24 horas ya que, generalmente, sus oficiales solo llegan después de que las cosas negativas han ocurrido”.
El pulpero Salvador López comentó que la destrucción de casas no tiene sentido pues, afirmó, han atacado a gente inocente que no tiene vínculos con actividades delictivas.
“Sinceramente, muchos vecinos no tenemos claras las causas de los últimos hechos, pero, evidentemente, los delincuentes están procediendo con maldad”, señaló López. El sábado, él encabezó un movimiento para construir una casa nueva a Rosa Quintero y a sus cuatro niños. El jueves, la señora perdió su casa en un incendio.
“Tenemos derecho a vivir en paz y rechazamos la violencia”, reclamó el lugareño.
Luego del homicidio del parcelero José Ronaldo Espinoza y de que le prendieran fuego a la casa de Santos Betanco, las autoridades judiciales optaron por someter a sus familias a un programa de protección.
Por ese motivo se marcharon de Isla Chica con rumbo desconocido.
“Si nos dejamos asustar, pronto este será nuevamente un pueblo fantasma, como ya sucedió en los años 80, cuando el 96% de los habitantes se fueron por temor a la guerra en la vecina Nicaragua”, dijo José Martínez, quien vive cerca del sector conocido como Mojón Ocho.
El OIJ investiga con el objetivo de identificar a los incendiarios.