Entrar a Casa Paz es como llegar al hogar de una gran familia. Pero hay una diferencia: entre sus miembros no hay hombres.
En las habitaciones, cocina, sala y pasillos solo se ven mujeres, quienes viven ahí con el único objetivo de dejar atrás sus adicciones a las drogas.
A la vez, hay otras mujeres que ya se han recuperado y ahora prestan su ayuda.
El albergue se ubica en el la ciudad de Alajuela. Xiomara Salguero es la directora o “pastora”, como la llaman las internas, pues se trata de un centro cristiano que utiliza los principios bíblicos como parte de la recuperación.
También se dan terapias psicológicas, charlas sobre narcóticos y atención espiritual.
“Procuramos que la atención sea integral, atendemos la parte física, la química, qué son los medicamentos, con ayuda de la Caja”, explicó Salguero.
El proceso de recuperación dura seis meses.
“A la que logra pasar los 15 primeros días tenemos que cuidarla los tres meses, que es cuando viene como un momento de crisis. Ya luego se sienten fortalecidas”, detalló.
Durante el primer mes de terapia, las mujeres se alejan de su familia y de todo contacto con el exterior.
Después de ese periodo, restablecen las comunicaciones y hasta puede salir en algunas ocasiones.
Las que tienen más tiempo sin consumir drogas salen a recolectar recursos, pues el centro se sostiene de la ayuda voluntaria de las personas.
“Ahorita estamos casi llenos, tenemos siete en un espacio para nueve personas”, manifestó Salguero.
Casa Paz es solo uno de los muchos centros en el país dedicados a la rehabilitación de adictos. Sus paredes están llenas de éxitos y fracasos, pero, principalmente, de la esperanza de que sí se puede dejar atrás la prisión de las drogas y emprender una vida nueva.