Al igual que la muerte, los eventos destructivos causados por la naturaleza y otro tipo de tragedias provocadas (voluntaria o involuntariamente) por el hombre, son parte de la vida en cualquier parte del planeta.
La Nación ha teñido sus páginas de gris en incontables ocasiones y lo seguirá haciendo, pues la cobertura de este tipo de sucesos es parte del devenir de cualquier medio de comunicación.
Por ello, y aunque nos gustaría que la evocación temática de la Revista Dominical siempre tuviera un tenor positivo, anecdótico, interesante y agradable, se impone recopilar en esta seguidilla de ediciones especiales por el 70 aniversario de este diario, cuáles han sido los desastres naturales, viales y aéreos que han culminado en dolor y estupor para los costarricenses.
Posiblemente nuestra memoria registre los eventos más recientes pero, tras hacer un recuento por todo lo acontecido en esa temática desde 1946 al día de hoy, tenemos noticias sobre hechos dramáticos que, en su momento, colapsaron la agenda informativa de este medio en décadas pasadas.
Si bien en los últimos 20 años la globalización y la inmediatez de las comunicaciones ofrecen una cobertura casi al instante y con información que incluye al periodismo ciudadano, antes de 1995 las alertas de aquellos acontecimientos llegaban con horas y hasta días de retraso y, a menudo, para conseguir la información básica el periodista y fotógrafo demoraban horas en llegar al sitio del suceso. En ocasiones, hasta días de camino, como cuando han ocurrido tragedias aéreas en montañas.
Recordar situaciones dolorosas posiblemente no sea edificante pero tampoco se pueden obviar las erupciones volcánicas, terremotos, huracanes, inundaciones y deslaves que marcaron la historia del país, así como otras desgracias que desgarraron el alma colectiva en algún momento. Las tragedias son parte de la vida. Y también, fuente de interés público. Así, este recuento marca parte de la oferta informativa menos grata que, como medio de comunicación, hemos llevado hasta usted, siempre tratando de guardar el respeto y la dignidad de los afectados y los lectores en este tipo de coberturas tan difíciles de digerir, y de comunicar adecuadamente.