Paso Canoas (Corredores). “El fuerte de Paso Canoas es el comercio. Una gente trabaja al lado panameño, otros se la juegan con ventas en chinamos y tratan de pellizcar algo; por eso para nosotros es increíble saber que el Gobierno está proponiendo algo que no viene a resolver absolutamente nada a la zona.
“Resolverá un problema aduanero o de hacienda pero en ninguna medida viene a resolver el problema social (...), lo que están proponiendo es una ley que mata, que destruye a los habitantes de la zona fronteriza (...). Será la ruina”.
Así consideró Jorge Jiménez Sánchez, un vecino de San Jorge de Paso Canoas y también regidor municipal en Corredores, las propuestas del Gobierno para castigar con cárcel el llamado contrabando hormiga.
“Vea, creo que el 80% de la gente vive del comercio. Aquí no hay fuentes de empleo. La única fábrica que había la cerraron (la de lápices Faber Castell en noviembre del 2013). Botaron a más de 100 personas (120 fueron cesadas)”, agregó Jiménez.
En tanto, Pablo Valle Vargas, un agricultor y también dueño de un taller de reparación de llantas en esta comunidad, dijo: “si matan el comercio, la zona se muere. Entonces que nos digan de qué vamos a comer o todos vamos para la cárcel.
“Aquí se sumaron todos los factores. Atacan el sector comercial en el momento en que el agrícola está en la lona. Aquí solo hay un cultivo (la palma) y hay cientos de productores que están empobrecidos (hace tres años el precio de una tonelada de esa fruta era de ¢90.000 y ahora es de ¢51.000). La única opción que queda es el comercio informal”, manifestó Pablo Valle
Mientras que Ronald Ruiz Barrantes, un comerciante oriundo de Pérez Zeledón pero con 31 años de vivir en Canoas, instó al Gobierno a pensar en las personas que viven en la frontera. “Es una ciudad que ha crecido en el desorden, pero no es culpa de nosotros, es culpa del mismo Estado. Aquí, el contrabando no es que usted compra un pantalón o un perfume; el contrabando pasa por la Aduana y nadie lo detiene”, aseguró.
Preocupación. Jazmín Sánchez Vega, dueña de una pulpería en Ceibo de Corredores, dijo que el fuerte son las ventas de refrescos y golosinas, de los cientos de personas que los fines de semana visitan Paso Canoas. “De esta pulpería vivimos cinco personas. Mi esposo trabajaba en la palma, pero hace un año lo liquidaron y no hay otro trabajo”.
Mientras que Isabel Hidalgo Fernández, dueña de un chinamo en las afueras del Depósito Libre de Golfito, dijo: “Lo que vendo aquí lo traigo de Canoas. Si eso lo quitan, de qué voy a vivir”.