El aroma a especias con masa inundó, este viernes, una zona del Centro de Formación Juvenil Zurquí, en San Luis de Santo Domingo de Heredia.
Un grupo de seis jóvenes presos, quienes forman parte de la Sección de Oportunidades (de baja contención) de ese centro penal, realizó por primera vez una tamaleada y con ello recordaron su vida en libertad,como lo contaron algunos de ellos.
Cada uno asumió funciones distintas. Unos picaron leña para cocinar, otro limpió las hojas y el resto se encargaron de preparar los tamales; todo, dentro de un pequeño bosque que forma parte del complejo penitenciario, ubicado junto a la carretera que lleva hacia Limón.
Los jóvenes fueron guiados por Miriam Calderón, coordinadora del proyecto Cultura Artística de la cárcel. Ella aseguró que la Navidad es la época más dura para los reclusos. “Es un choque de emociones; por eso, hacemos estas actividades para trabajar en esa parte que les afecta en esta época del año”.
Actualmente, la cárcel del Zurquí tiene 92 privados de libertad, de los cuales 12 son mujeres. Del total de reclusos, 37 son menores y 55 son adultos jóvenes que cometieron el delito siendo menores.
Jean Fran, un recluso de 19 años, relató que esta será la segunda Navidad que pasará en la prisión y aún le esperan dos años más. “Es una época muy dura porque no podemos estar con la familia”, expresó.
Yoseth, el peluquero del grupo, dijo que, al departir con los compañeros, recuerda los momentos en que vivía fuera del encierro y en familia.
Los materiales para los tamales fueron aportados por la institución y por algunos funcionarios, detalló Calderón.
Integración. Quienes están en la Sección de Oportunidades descuentan penas de entre dos y 15 años. Para entrar al grupo, los jóvenes pasan por un proceso de selección, en el cual se toma en cuenta su comportamiento desde que ingresaron a la cárcel.
“No es la sentencia, es el perfil personal lo que prevalece a la hora de escoger quién se integra. Es una sección de confianza”, agregó Calderón.
Entre los elegidos está Lester, quien cumple 15 años de condena, pero recibió un reconocimiento esta semana debido a su buen desempeño académico. Él es el único que actualmente cursa décimo año de secundaria en los planes de educación.
Al estar en ese régimen de confianza, los muchachos deben trabajar en labores como lavar los platos de toda la prisión, limpiar las instalaciones y formar parte de planes educativos.
“Es mucho más difícil para ellos porque están en un régimen de confianza y, entonces, saben que tienen un pie afuera y otro adentro”, aseveró Calderón.