Marlene Carrillo realizaba sus compras navideñas en un centro comercial en Montes de Oca. Vio unos zapatos que le gustaron e ingresó en la tienda.
Se sentó para poder probarse el calzado y, según dijo, “en un acto de descuido”, colocó el celular en el sillón.
Lo perdió de vista por unos segundos, tiempo necesario para que un sujeto se acercara y lo sustrajera. Ella denunció el hurto al Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Días después, el robacelular se comunicó con Carrillo para pedirle una especie de recompensa por el aparato.
“Me pidió ¢100.000 y me citó en el mismo mall . Después pude bajarlo a ¢60.000. Apenas colgué, me fui al OIJ para contar lo que pasó. Ellos me acompañaron al lugar.
”Cuando llegamos, yo me dirigí hacia el sujeto. Me dio el celular, yo lo revisé y verifiqué que sí era el mío. Él me dijo que le echara la harina (dinero), porque ya necesitaba irse. Y yo le dije que lo que le iba a echar era a la Policía. Salió corriendo”, recordó la mujer.
Al sujeto nunca lo agarraron, porque, según narró, el investigador del OIJ le dijo: “Se le puede dar seguimiento, pero no tiene sentido. Ya le devolvieron el celular y, si usted decide continuar, voy a tener que decomisarle el celular. Mientras tanto, ellos (los ladrones) van a seguir haciendo esto (robar)”.
Carrillo atendió el consejo del funcionario y prefirió dejar el caso hasta ahí. “Ya yo estaba tranquila. A final de cuentas, ya tenía mi celular”, aseguró.
La historia de esta mujer no es ajena para las autoridades. De hecho, según un reporte de la Policía Judicial, hay robacelulares que han sido detenidos hasta 120 veces, pero las víctimas los suelen dejar ir porque solo les interesa recuperar su aparato móvil; es decir, no los denuncian.
Eddy Roda, jefe de la Sección de Robos y Hurtos del OIJ, señaló que, en una gran mayoría, las personas que cometen delitos son reincidentes. “Hay gente que tiene 80, 90, 100, 122 pasadas. Esta gente anda en esto todo el día; es su modo de vida”, relató.
Consideró que la reincidencia se da porque “toman el celular, los agarran y, al momento, están libres. Ellos ni siquiera se resisten al arresto”.
De hecho, recordó que el martes anterior la Fuerza Pública detuvo a un hombre que es viejo conocido por estos hurtos, pero lo dejaron ir porque no tiene ni siquiera causas abiertas.
Roda agregó que el sujeto caminó 25 metros y comenzó a observar qué se podía robar. “Ese día se fue con las manos vacías a la casa, porque los oficiales lo siguieron”.
Mientras que, en los casos en que sí hay denuncia (más de 9.000 en el primer semestre del 2015), es complicado dar con el responsable de sustraer el aparato.
De hecho, según la Fiscalía, la mayoría queda sin castigo o se sanciona a la persona que adquirió el bien robado (delito de receptación).
Problema. El último informe de la Oficina de Planes y Operaciones (OPO) del OIJ indica que, de enero al 17 de junio del 2015, recibieron 9.973 reportes por celulares sustraídos en diferentes modalidades, entre ellas, hurtos por descuidos y asaltos.
En un análisis que hicieron de enero a setiembre de ese mismo año, con una muestra de 1.291 casos, lograron determinar cuál es la provincia con más reportes.
En esos nueve meses robaron, en promedio, cinco celulares al día, según el estudio.
San José es la provincia donde se reportaron más casos (300, en total) y eso se debió a la cantidad de personas que viven en la capital, detalló Marjorie Sanabria, criminóloga de la OPO y quien estuvo a cargo del estudio.
En Limón (66) y Cartago (56) fueron los lugares donde hubo menos casos reportados.
Sin embargo, Sanabria hizo la salvedad de que esto varía cuando hay eventos masivos.
“Cuando tenemos conciertos, ferias o ese tipo de actividades, las denuncias se nos disparan. No tengo el porcentaje, pero sí es notorio el aumento”, detalló la funcionaria judicial.
Los robacelulares tienen varios métodos para lograr su cometido. El principal es el descuido, el cual permite un hurto cada cuatro horas, mientras que el segundo es por medio de los carteristas, quienes actúan cada nueve horas.
Los malhechores también se valen de la confianza (una vez al día) y de la distracción (cada dos días) de la otra persona.
‘Aceptar responsabilidad’. ¿Dónde se dan más los hurtos? En las bancas de los parques, en las canchas de fútbol, en la playa, en las paradas de buses, gimnasios y carros de supermercado.
Empero, los maleantes prefieren, sobre todo, sustraer los celulares que “pasean” en las bolsas traseras de los pantalones, en los salveques y en los bolsos.
La edad del afectado no importa, pero Sanabria señaló que los niños que van de los 7 a los 12 años y los adultos mayores tienden a ser las víctimas preferidas para los hurtos.
“Hay niños que llevan su teléfono o tableta a la escuela y los dejan tirados cuando sale al recreo. Cuando regresan, ya no están”, puntualizó.
En este punto, la criminóloga aseveró que los costarricenses deberían también aceptar la responsabilidad de cuando se les pierde el celular y no poner a la Policía Judicial “a perseguir un teléfono”.
Citó que hay casos en los que una persona deja un celular en una mesa del centro de venta de comidas rápidas de un mall . “Eso es responsabilidad del usuario”, enfatizó.
Para Sanabria, el hecho de que el OIJ y el Ministerio Público tengan que investigar estos casos, es una “pérdida económica”.
“Ellos pretenden que el Poder Judicial investigue y gaste presupuesto en ir a buscar un teléfono. Realmente, es mejor gastar esa plata en el problema del narco y el crimen organizado”, afirmó.
Roda coincidió con la criminóloga. “He estado pensando qué harán las autoridades en Panamá y Estados Unidos cuando a alguien se le pierde el celular. Estoy seguro de que nada, porque no me imagino al FBI (Oficina Federal de Investigaciones) buscándolo, no me imagino a la policía profesional buscando celulares”, dijo en tono irónico.
Además, consideró que se debe despenalizar estos hurtos de celulares y convertirlos, de nuevo, en contravenciones.
“Con esa reforma que hicieron en el Código Penal (en el 2009) querían que dejaran de darse hurtos y eso no pasó. Siguió lo mismo; se sigue dando”, dijo.