“Cuando una está embarazada, no puede pedir a su antojo cómo será su bebé, así que no logro entender por qué la gente pide gustos cuando va a adoptar.
”Algunos no entienden por qué adoptamos niños con necesidades especiales. Si yo hubiese quedado embarazada, quizá hubiera tenido hijos con las mismas condiciones. Nadie debe decidir cómo será su hijo adoptivo”, dice Ana Mora.
Ella y su esposo, Juan Brenes, costarricenses, adoptaron a una niña que presenta labio leporino y a un niño con fibrosis quística, en el 2011 y en el 2014, respectivamente.
Aunque ella hoy motiva a los ticos a adoptar sin importar males de salud u otros antecedentes, Ana Mora contó que sintió miedo cuando el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) le propuso adoptar a la menor, de un año.
“Cuando nos llamaron del PANI y me dijeron que había una niña que tenía labio leporino casi me desmayo. Exclamé: 'Dios, lo único que dije que no y me lo das'. Tenía mucho miedo. Cuando era pequeña, yo tenía un amigo con esta condición y su mamá lo rechazó mucho y eso me marcó”, dijo.
A pesar del temor, la pareja continuó el proceso, y en menos de nueve meses, ya tenían a la niña corriendo por los pasillos de su casa, en San Ramón de Alajuela.
“Te das cuenta que lo que te da miedo es enfrentarte a lo desconocido, pero nada más. Nunca he llegado a pensar: ‘¿En qué me metí?’ Jamás.”, aseguró Mora.
Hoy, la pequeña tiene 5 años y asiste a un kínder.
Cambios. Desde antes de casarse, ellos querían un hijo y una hija, por lo que, de nuevo, acudieron al PANI y, casi un año después, les preguntaron: “¿Quieren adoptar a un niño con fibrosis quística (enfermedad pulmonar crónica potencialmente mortal)?”.
“Si nos llamaban, es porque es nuestro hijo. No había nada que pensar, y menos cuando nos dijeron que ninguna otra familia nacional lo quiso”, recordó Brenes.
Cuando el menor llegó a la casa, tenía un año, y, por el cuidado que hay que darle, Mora dejó su trabajo como terapeuta.
“Me dedico a mis hijos; mi esposo es el que trabaja, pero tampoco es que sea complicado el tratamiento para el niño: es cuestión de costumbre. Ya me sé todo de memoria y lo hago por inercia”, mencionó la madre del pequeño, que ahora tiene 3 años.