La ola de millonarios robos de cebollas, papas y otros productos agrícolas en las fincas de Tierra Blanca, Cartago, obligó a los finqueros a organizarse.
El 2 de octubre, un propietario tuvo que defender a balazos sus cultivos, y en el tiroteo, un hombre resultó baleado en una costilla y otro en una pierna.
El caso se ventila en la Fiscalía y la causa es contra el agricultor, por lesiones culposas perpetradas con arma de fuego.
Según Gerardo Aparicio, presidente de la Asociación de Horticultores del Irazú (Ashori), en el último año y medio ha sido alarmante la cantidad de cultivos robados, ya que en algunos casos, superan los 1.000 kilos.
Las sustracciones son principalmente en Tierra Blanca de Cartago y en los distritos de Cot y Potrero Cerrado, en Oreamuno.
Un robo de 1.000 kilos de papa o de cebolla asciende a casi ¢1 millón, razón por la cual agricultores como Román Brenes, de 52 años, afirma que, de seguir así, van a terminar en la ruina. “Esto es tierra de nadie. Uno no es dueño de su producto, y al que no lo cuida, se lo roban”, dijo.
Lo mismo opina Rafael Leitón, cebollero de Tierra Blanca, quien tiene tres perros a la entrada de la propiedad y un vigilante de forma permanente.
Los cuidadores son, en buena parte, nicaragüenses que han llegado a esa región en busca de oportunidades de empleo.
De esta forma, los vecinos de una zona muy tranquila en la ruta al volcán Irazú, han tenido que organizarse contra el hampa.
De noche, parecen luciérnagas las señales que salen de las fincas al paso de los vehículos. Los vigilantes usan focos para advertir de su presencia y así desmotivar a los integrantes de al menos dos bandas organizadas que acechan los cultivos.
Un corte de papa o de cebolla dura aproximadamente cinco meses en llegar a su punto de cosecha y requiere insumos y labores costosas de cuido.
Eduardo Gómez, quien desde 1985 se dedica a la agricultura, contó que, además de llevarse las cosechas, los ladrones destruyen las carpas plásticas donde se seca la cebolla y, si son sorprendidos en las fincas, amenazan, apedrean vehículos y causan daños.
“Una vez pasé la noche entera cuidando y a las 5 a. m. salí a recoger a los peones, y al volver, a las 6 a. m., ya habían robado”, recordó Gómez.
De cara a esta situación, la mayoría de los 278 agricultores de Ashori se reunieron con autoridades de la Fuerza Pública y los alcaldes de Cartago y Oreamuno para buscar soluciones.
Los dueños de fincas han tenido que invertir en seguridad, y algunos gastan hasta ¢500.000 mensuales en guardas.
DEL ARCHIVO: Guarda de finca murió en Cot de Oreamuno al recibir tres balazos
Guías de transporte
Una posibilidad de reducir los robos es mediante un documento de trazabilidad, parecido al que se usa en el transporte de ganado. La idea es que quienes lleven productos hortícolas en carros tengan una guía que sea exigida luego en los puestos de venta.