Un certero disparo descargado a más de 15 metros de distancia bastó para sacar de servicio una valiosa cámara ubicada en un conflictivo caserío en Hatillo 5, en el sur de San José.
El vigilante electrónico había sido muy útil para las autoridades, pues delató a varias personas en momentos en que se dedicaban a distribuir drogas.
Marcelo Solano Ortiz, director de la Policía Municipal de San José, dijo que desconocen cuántos balazos hicieron, pero si afirmó que el impacto en el blanco “resultó muy efectivo porque la sacó de servicio. Quedó inservible. Todavía no hemos podido reponerla en ese lugar, que es una zona de alto trasiego de drogas”.
Otro dispositivo, ubicado en Sagrada Familia, fue rociado con pintura para dejarlo “ciego”.
“Fue durante una noche. ¿Cómo hicieron? No lo sabemos, pero se subieron a un poste para dejarla fuera de servicio. Lo que pasa es que a veces la misma comunidad es cómplice. Puede ser que los mismos vecinos callen por miedo”, agregó.
Más inconvenientes. Las cámaras, por estar colocadas en postes a la intemperie o en paredes de edificios, con mucha frecuencia sufren gran deterioro.
A los aparatos les afecta el sol, el agua, el polvo, el humo de los vehículos y ahora la ceniza que emana del volcán Turrialba.
“Tenemos personal especializado que, con una grúa, les da mantenimiento. Esa labor se realiza casi que de forma constante pues hasta la misma vibración de los vehículos las desajusta, o tal vez en el lugar donde está hicieron una nueva construcción y, entonces, la visibilidad no es tan efectiva. A veces se manchan y ni qué decir cuando un carro choca con el poste”, contó Solano.