Pesquisas policiales determinarin que en al menos dos casos fueron narcos extranjeros quienes ordenaron matar a ciudadanos limonenses.
El primero fue el crimen de Carlos Enrique Granados García, calificado por las autoridades judiciales como un hombre que llegó a tener gran poder y mucho respeto en Limón.
Granados fue asesinado el 15 de agosto del 2010, cuando viajaba en un automóvil en el barrio Juan Pablo II, en La Colina, Limón. Desconocidos, desde otro vehículo, le dispararon con un fusil AK-47. El tico, quien tenía 41 años, recibió al menos ocho balazos, informó en aquel momento el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
En la balacera, un guardaespaldas identificado como Rándall Muñoz, también murió.
La Policía Judicial no pudo identificar a los responsables de disparar. Sin embargo, las investigaciones llevaron a la Policía a concluir que la orden de matar provino desde Colombia.
La presunción fue que Granados, presuntamente, se apoderó de un cargamento de droga. Este hombre, antes de que lo mataran, había sido objeto de otros cuatro atentados.
Para la Policía, muchos de los que hoy lideran organizaciones trabajaron con Granados.
Familia de policía. El otro caso fue la desaparición de una familia integrada por una mujer oficial de la Policía Turística de Limón, su esposo, un expolicía y dos hijas de la pareja, de un año y siete meses y de tres meses, respectivamente.
A esta familia “se la tragó la tierra” el 1.° de setiembre del 2014, cuando salieron de su casa en Matina, Limón. Nadie los vio salir, pero en la vivienda quedó la comida lista. El vehículo de la familia, un Suzuki, apareció en un taller en Llorente, del cantón herediano de Flores.
La Policía Judicial nunca encontró rastros sobre quiénes se los llevaron. En ocasiones recibieron datos de que presuntamente los habían matado y enterrado, pero los cuerpos hasta el día de hoy no han aparecido.
Una de las versiones más fuertes que recibió la Policía Judicial fue que una organización criminal mexicana había ordenado que mataran la familia, en venganza porque un allegado a los desaparecidos se había apoderado de un cargamento de droga.