¿Qué podrían contar cinco médicos de reconocida trayectoria que se reúnen para recordar anécdotas de su trabajo como forenses?
Quizá, alguien podría pensar que historias fantasmales, de esas que suelen relacionarse con las morgues y cementerios.
Sin embargo, el viernes, cinco exjefes del Departamento de Medicina Legal del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) se sentaron juntos y algo quedó claro: el trabajo con muertos tiene un lado simpático.
Un auditorio repleto de empleados judiciales estalló en risas ante el relato de Eduardo Vargas, quien en 1965, se convirtió en el primer jefe de la Morgue Judicial.
“Fue en la primera morgue que tuvimos en los sótanos de la vieja Escuela de Microbiología. Había como un zaguán y unas puertas amplias, que siempre estaban cerradas. Cuando uno practicaba la autopsia, lo acompañaba un técnico disector y un fotógrafo.
”En eso llegó un agente sanitario y nos dijo: ‘Tengo un borrachito y no tenemos dónde acomodarlo’. Entonces, se me ocurrió a mí que lo pusieran sobre una de las camillas para cadáveres, en el zaguán. Seguí haciendo la autopsia, sin percatarme de que las puertas habían quedado abiertas.
”A los 40 minutos escuchamos un escándalo. El borrachito se despertó y seguro en su mente alterada pensó: ‘¡Yo soy el que sigue!’ Tenga la seguridad de que ese borrachito pudo tener la cura de su alcoholismo”, dijo risueño Vargas, quien fue homenajeado en la celebración del 50.º aniversario de la Medicina Legal del OIJ.
Sorpresa. Con varios relatos, se unió el médico Mario Masís.
“Hace unos años, me tocó ir a un escenario de muerte en Cristo Rey. Era un suicidio. El hombre había levantado a la esposa y a los hijos a balazos y había disparado a la cama. La familia salió corriendo y después se oyó una detonación.
”Llegamos al sitio y el cadáver estaba decúbito dorsal (bocarriba). El arma estaba en la mano derecha; era un revólver. Examiné el cadáver y el orificio de entrada de bala estaba en la sien izquierda. Ahí ya no calzaban las cosas.
”Pero menos calzaron cuando el oficial de Inspecciones Oculares le quitó el revólver y vio que no tenía tiros. Y más extraño se puso, cuando en el patio se hallaron cinco cartuchos.
”¿Qué pasó? El sargento encargado de las radiopatrullas, quien había hecho custodia, se me acercó y me dijo: ‘Doctor, vea, lo que pasó es que este muchacho que viene conmigo es muy nuevo y es como loco con las armas. Donde vio esa arma, él se la quería dejar. La cogió y botó los cartuchos. Como yo me di cuenta, le ordené que le pusiera el arma otra vez al cadáver y se la puso en la otra mano’”.
De nuevo, la sala se llenó de carcajadas.
Nada de apariciones. Los fantasmas están solo en la imaginación, aseguró el doctor Wagner Rodríguez. A él, un técnico lo sorprendió una noche en la Morgue, al colocarse una sábana y levantarse de una camilla.
“Ese susto fue una broma. Me llevé otro susto cuando estaba haciendo una autopsia y, de pronto, sentí que me dieron un golpe en la pierna. Las únicas personas que estaban éramos el muerto y yo. ¿Qué fue? Que simplemente la gravedad existe. El cadáver estaba rígido, luego estaba un poquito en putrefacción avanzada y la rigidez se le había perdido. Se le salió un poco el brazo y me golpeó la pierna a un costado”.
Junto con estos médicos foreneses estuvieron Luis Guillermo Quirós y Raúl Bonilla.