Limón. El Tribunal de Juicio de Limón condenó este viernes a dos individuos por matar de seis balazos a otro hombre en una disputa por drogas.
Los sentenciados son Michael Rivera González y Luis Alberto Quesada, a quienes les impusieron 27 años de prisión por los delitos de homicidio calificado y tentativa de homicidio.
El hecho que se juzgó ocurrió el 24 de junio del 2014 frente a la licorera Luis, en Batán de Matina, Limón.
La víctima fue Carlos Gabriel Vargas Cedeño, de 29 años, quien murió cuando era trasladado al Hospital Tony Facio, de la ciudad de Limón.
Hechos. Ese homicidio fue el desenlace de una pugna que mantenían los tres hombres. Todo se inició en diciembre del 2013, cuando desconocidos se introdujeron a la casa de Vargas y robaron drogas y dinero, según la acusación del Ministerio Público, versión confirmada en el debate por el padre del fallecido, Róger Martínez Ovares.
Debido a que Vargas contó a varios amigos que sabía quiénes eran los responsables del atraco, el 22 de diciembre de ese mismo año fue baleado por Rivera, a quien se le abrió una causa penal.
Empero, las disputas entre los tres hombres continuaron y el 24 de junio del 2014, los ahora sentenciados llegaron en una moto y le dispararon a Carlos Gabriel Vargas, quien estaba frente a la licorera con algunos amigos.
Los agresores iban con los rostros descubiertos. “Querían que sus rostros fueran lo último que viera su víctima. No les importó ser reconocidos en su propia comunidad porque esto más bien los fortalecía para seguir delinquiendo”, dijo la fiscala Carmen Zúñiga en el juicio.
El presidente del Tribunal de Juicio, Andy Jack Sánchez, advirtió a los sentenciados de que no les fijaron la pena máxima (35 años) por considerar que son personas jóvenes. “El aplicar la pena máxima significaría una especie de cadena perpetua para ustedes, dado que son personas muy jóvenes”, afirmó.
Otro rumbo. Mientras tanto, Róger Martínez Ovares, padre de la víctima, dijo que le pareció bien la pena. Luego agregó: “El hecho afectó más a mi esposa (Aracelly Cedeño), quien vive permanentemente enferma, deprimida y con problemas de presión alta.
“Lo peor es que ahora debo dejar el pueblo (Batán) donde yo nací y comenzar a rehacer mi vida y la de mi familia. Aquí, además, de golpearme todos los días los malos recuerdos, ya no es un lugar agradable y mucho menos seguro, debido a las represalias. El problema es que no tengo adónde ir”, lamentó Martínez.