Las recientes erupciones del volcán Turrialba y las posteriores lluvias arrastraron masas de ceniza a lo largo de los ríos Toro Amarillo y Sucio, las cuales provocaron la muerte de peces, rellenaron unas alcantarillas de desagüe y afectaron varios caminos cercanos.
Así lo explicó el vulcanólogo Eliécer Duarte, del Observatorio Sismológico y Vulcanológico de Costa Rica (Ovsicori), quien visitó la cima entre el 19 y el 24 de setiembre pasados.
Duarte indicó que la dirección del viento lanzó gran parte de las cenizas hacia el Parque Nacional Braulio Carrillo, lo que provocó impacto ecológico en la flora y la fauna de los ríos, en una línea recta superior a los 35 kilómetros, a partir de la cima.
Peces como mojarras, barbudos, bobos y otros aparecieron entre la ceniza, cuya acidez robó el oxígeno del agua y provocó la muerte de gran cantidad de peces en el Toro Amarillo.
En otras observaciones, Duarte dijo que por la parte alta del río Aquiares bajó tanto material con las lluvias que rellenó dos alcantarillas de poco más de metro y medio de profundidad, las cuales, por décadas, permitieron el desagüe de agua y materiales.
El científico pidió recavar esas alcantarillas y reparar el camino entre las fincas La Silvia y La Picada, ya que está en condiciones deplorables y es indispensable para una eventual evacuación de agricultores y ganaderos que todavía laboran ahí, así como para el acceso de instituciones de primera respuesta a esa zona.
Desde el 26 de setiembre, la emisión de ceniza ha sido prácticamente continua, con un volumen de descarga variable.
Este proceso eruptivo ha venido mostrando en las últimas horas un decrecimiento.
La dirección del viento, predominantemente hacia el noroeste, generó un impacto severo en los sectores tales como La Silvia, La Picada y el flanco norte del volcán Irazú.
La ceniza también llegó al norte del Valle Central, a lugares como San Isidro, San Rafael y San Miguel de Heredia; Goicoechea, Coronado, Moravia y Tibás.