Los ríos, esteros y playas del Pacífico son los sitios que registran la mayor cantidad de ataques mortales y no fatales de cocodrilos.
Así lo determinó la Asociación de Especialistas en Cocodrilos de Costa Rica (AEC-CR) tras investigar el comportamiento de esos reptiles en los últimos 20 años.
Desde 1995 se cuentan 32 ataques, en los cuales murieron 15 personas, de ellas, tres menores.
Nueve de esos decesos (60%) ocurrieron en el Pacífico, cinco en el Caribe y uno en la frontera con Nicaragua. Los animales medían entre tres y seis metros de largo.
La mayoría de los ataques (13) se dieron en ríos y solo dos en lagunas y esteros, en este caso, de Limón.
Entre las víctimas hay 14 hombres y María Esperanza Guzmán, una ama de casa de 35 años, quien fue atacada en 2008 cuando nadaba en el río Bebedero, Guanacaste.
Entre los hombres había un panguero, un turista, un comerciante, un reo en fuga, tres peones y tres estudiantes.
El último caso mortal fue el de Omar de Jesús Jirón Romero, peón de 32 años, quien, ebrio, se metió al río Tárcoles en la conocida zona turística de cocodrilos. En ese lugar habitan entre 8 y 9 animales por kilómetro.
En los 17 casos en los que hubo sobrevivientes sí aparecen ataques en el mar. Entre ellos, dos en playa Esterillos (Corredores, Puntarenas), uno en playa Azul y otro en playa Hermosa (Garabito) y uno en Iguanita, en el golfo de Papagayo.
En ese mismo golfo, el pasado 10 de mayo, la repentina aparición de un cocodrilo de unos cuatro metros obligó a suspender un torneo de natación.
Entre los 17 casos de sobrevivientes, algunos quedaron con serias secuelas como Yury Cerdas Girón, quien perdió una pierna.
Iván Sandoval Hernández, coordinador del Área de Biología Tropical de la Universidad Nacional (UNA) y uno de los miembros de la AEC-CR, dijo que los cocodrilos siempre han vivido en los ríos, pero advirtió que en los últimos años los humanos han invadido más su territorio. “Es muy común que la gente se bañe en pozas o donde los ríos desembocan al mar. Allí es muy común su presencia”, añadió.
Imborrable. Freison Jirón López, quien hoy tiene 20 años, recordó aquel 17 de junio del 2008 cuando un cocodrilo mató a su compañero de escuela Marlon Beltrán Fernández, en la poza el Salto en el río Estero, en Cutris de San Carlos.
“Es lo peor y lo más terrible que me ha pasado. Desde que sucedió la tragedia no volví al río; me quedó la psicosis. La Semana Santa pasada fui a otra poza con un grupo grande de amigos y sentí temor”, narró.
Beltrán recordó que ese día cuatro amigos, todos de 14 años, fueron al río. “Marlon decidió lanzarse agarrado de una cuerda. No habían pasado ni 30 segundos cuando Elvis (no recordó el apellido) gritó porque venía un cocodrilo.
“Marlon lo vio, intentó salir del agua, pero el cocodrilo fue más rápido. Lo agarró por la cintura y lo hundió. Marlon gritó: ‘ayúdeme’. Mis amigos y yo nos pusimos a llorar porque no podíamos hacer nada. El animal sacudía a Marlon como si fuera de papel. La impresión de lo que vimos nos llevó a guardar silencio y fue hasta muy tarde que contamos lo que pasó”, recordó.
Sensores. Iván Sandoval explicó que el cocodrilo cuando escucha el chapoteo en el agua presume que es comida. “Se puede decir que tienen sensores y van hacia donde está la vibración. Es un animal muy hábil. En el agua, no lo vemos a 20 centímetros de distancia”, agregó.
Según la AEC-CR, esos reptiles habitan desde la costa hasta los 700 metros de altura y es común verlos en sitios como Tivives, playa Azul, Punta Leona, Herradura y Manuel Antonio (Puntarenas); también en las costas de Guanacaste y en la playa del Parque Santa Rosa.
Asimismo, hay ejemplares en el Caribe en ríos como el Reventazón, Parismina y Tortuguero.
En un reciente estudio en el río Tempisque y sus afluentes, científicos de la UNA contaron 2.160.
Sandoval dijo que en ese trabajo hicieron una encuesta a 400 personas de 11 comunidades aledañas al Tempisque, cuyos pobladores percibieron más presencia de reptiles.
Sin embargo, el 70% de consultados dijeron estar dispuestos a irse a bañar o a pescar al río, pues creen que no les iba a pasar nada.
¿Cómo evitar un ataque? Sandoval lo resume fácil: eluda entrar a las zonas donde viven.