Buenos Aires (Upala). A este campesino de 66 años de edad, delgado, pero de recia voz, no lo desvelan los espantos, el tigre ni los rugidos del volcán Rincón de la Vieja. Está solo desde hace varios días porque todos sus vecinos en Agro Sur huyeron buscando refugio. Pero eso tampoco lo inmuta.
"Solo los que no tienen fe en Dios salen corriendo. Yo creo en El y me quedo. Las erupciones de ahora no son nada compararadas con las que vi hace 40 años cuando salían lenguas de fuego del volcán y caían piedras encendidas por todas partes", afirmó Juan Eras Díaz, un testarudo campesino que no le tiene miedo a nada.
Su casa está ubicada frente al coloso que ruge a intervalos tras oscuros nubarrones, lo que para Juan es algo normal "Aquí estoy desde hace más de 50 años y no me ha pasado nada..sigo vivo y feliz", dijo con voz tranquila.
Para don Juan, a diferencia de otros lugareños que esperan con angustia en albergues, ayer fue un día muy especial porque, en medio explosiones, una de sus vacas parió un ternerito. "¡No quiere mamar el condenado!", exclamó este campesino. Para celebrar ese acontecimiento, un vecino le sugirió bautizar el recien nacido con el nombre de Avalancha, lo que iría a tono con la situación reinante aquí desde el lunes anterior cuando despertó de su letargo La Vieja.
Un equipo de La Nación tuvo que cruzar ayer, a las 7 de la mañana, por un profundo tajo, abierto desde el lunes anterior por las avalanchas de piedras y lodo ardiente expulsados por el coloso, para llegar al poblado Agro Sur, donde, al igual que en Buenos Aires, de Upala, y algunos sectores de la comunidad de Gavilán, el panorama es triste y desolador.
Algunas vacas, terneros y caballos que no pudieron ser sacados a tiempo pastan desperdigados por los potreros en la faldas del macizo y cerca de profundos canales fangosos por donde bajan los aludes.