"Estoy secuestrada, ¡sálvenme!", escuchó al otro lado del hilo telefónico el empresario Ramón Coll Montero, quien en ese momento -anteayer a las 9:00 p.m.- se hallaba lejos de imaginar que estaba por empezar la peor pesadilla de su vida.
El clamor era de su única hermana Olga Marta, una ama de casa divorciada y madre de tres hijos, quien llevaba tres horas de experimentar angustia y temor.
Había estado acostada boca abajo sobre el piso de la parte trasera de su Mercedes Benz porque, sin que nadie lo supiera hasta ese momento, a las 6:00 p.m. había sido raptada -a punta de pistola- por tres desconocidos que cubrían sus rostros con pasamontañas.
"Estoy secuestrada y debés conseguir ¢2 millones para que salvés mi vida", le insistió la señora de 56 años a su hermano.
Ella, vecina de La Nunciatura en Rohrmoser, fue raptada cuando se dirigía a una actividad en San Rafael de Escazú.
El plagio sobrevino luego de estacionar su auto frente a la casa donde estaba por iniciarse el convivio.
Los tres individuos salieron, sorpresivamente, de un viejo automóvil rojo, que se había estacionado al frente suyo.
Le ordenaron, con típico acento costarricense, entregar su vehículo y pasarse a la parte trasera del Mercedes. Uno de los plagiadores se sentó a su lado. Los otros dos lo hicieron adelante. Un cuarto, que no había entrado en escena, arrancó el auto rojo y escapó del sitio, al igual que los secuestradores.
Contacto inicial
La primera de las seis llamadas que en total recibió el empresario Ramón Coll Montero, en su casa ubicada en Los Yoses, surgió desde un teléfono público y fue breve, apenas para hablar solo lo estrictamente necesario.
Así lo recordó el hermano de la víctima, quien escuchaba al fondo la voz del secuestrador dictándole a Olga Marta las instrucciones que debía transmitir.
Coll Montero, quien veía televisión en su dormitorio cuando recibió la llamada telefónica, apenas dispuso del tiempo necesario para enterarse de que no debía llamar a la policía, y que contaba con una hora para reunir el dinero. Se le indicó que al cabo de ese lapso lo volverían a llamar para informarle dónde debía entregar el pago del rescate.
Cuando el plazo venció -recordó- únicamente contaba con ¢150.000, provenientes de dineros suyos y de dos de sus hijos, quienes tenían destinadas esas sumas al pago de unas planillas y unos alquileres.
A la hora convenida se produjo la segunda llamada y el secuestrador -un joven, presuntamente, que fingía la voz para aparentar mayor edad- le preguntó si tenía el paquete listo.
Coll, presidente de la junta directiva de Canal 2, le respondió que aún no había reunido el monto exigido. Entonces el desconocido le concedió una prórroga de 30 minutos.
El sonido ambiente del teléfono público del cual se hizo esta llamada ya no era igual al anterior. Coll escuchó menos ruido de automóviles.
En esta segunda oportunidad tampoco dio aviso a las autoridades.
Primera entrega
Vencido el plazo, a las 10:30 p.m., ocurrió el tercer contacto. Esta vez, el mismo interlocutor sentenció al empresario en cuanto a que solo disponía de 10 minutos para entregar el dinero, cosa que debía hacer a la altura del puente sobre la carretera a Guápiles, a la par de las compañías Bayer y Mercedes Benz, en el distrito de San Gabriel de Goicoechea.
Coll Montero, con mucha dificultad y el apoyo de familiares y amigos cercanos, había logrado recolectar alrededor de ¢1,5 millones.
Introdujo el dinero en un maletín. Abordó un vehículo Nissan Sunny y salió de Los Yoses por las rontondas hasta el lugar señalado. Tampoco en esta ocasión llamó a las autoridades.
Coll Montero llegó hasta la mitad del puente, donde estacionó el vehículo. Caminó un poco y lanzó el maletín, como había sido exigido.
Acto seguido regresó a su casa, en donde se encontró con la presencia de autoridades, a quienes inicialmente identificó como agentes del Organismo de Investigación; luego se aclaró que se trata de investigadores de la Dirección de Inteligencia y Seguridad Nacional.
Aproximadamente 20 minutos después recibió una nueva llamada de los secuestradores, quienes se oían indignados porque habían ido por el "paquete" y no lo encontraron. Le reclaman no haberlo llevado.
Coll rechazó los cargos y la conversación se cortó.
Segunda entrega
Casi 25 minutos después surgió la quinta llamada telefónica. En esta ocasión, y por segunda vez, habla Olga Marta, quien no sólo transmitió un reclamo porque no se entregó la suma exigida sino que también comunicó un nuevo ultimátum de 10 minutos para completar el faltante, el cual debía entregarse bajo las mismas condiciones.
Ramón Coll le respondió a su hermana que lo único que disponía en ese momento era de $2.000 que por un olvido no metió dentro del maletín. Acto seguido depositó el dinero, junto con una piedra para que hiciera peso, dentro de una bolsa de pan.
Esta vez viajó compañado por un efectivo de la DIS, como protección. Cumplida la rutina volvió a su residencia en Los Yoses y aproximadamente media horas después lo llamó su hermana, esta vez para informarle que se encontraba en la casa, que la acababan de liberar en Lomas del Ríos en Pavas y que estaba bien de salud.
Acababan de finalizar seis horas y medio de pánico e incertidumbre.
La víctima
La víctima del secuestro extorsivo, Olga Marta Coll Montero, es considerada por sus allegados como una mujer emprendedora y muy jovial. A continuación sus datos básicos
Nombre: Olga Marta Coll Montero Profesión u oficio: Ama de casa. Sin embargo, extraoficialmente se le vincula como socia de algunas empresas, entre ellas la cadena de supermercados Tikal. Su hermano, el empresario Ramón Coll, la ubica más como una ama de casa.
Creditos
Estas informaciones fueron elaboradas por los periodistas Rodolfo Martín, Giannina Segnini, Irene Vizcaíno, Rónald Moya, Rónald Matute, y Nicolás Aguilar. Las fotografías son de Eduardo López, Mario Barboza, Juan Aguilar y Manuel Vega.Fecha y lugar de nacimiento: 9 de octubre de 1939, en el Hospital Central (hoy Calderón Guardia), San José. Nombre de los padres: Ramón Coll y Flora Montero Estado civil: divorciada. Es madre de tres hijos: dos mujeres y un varón. Vecina de: La Nunciatura, Rohrmoser.