Una balacera dentro de una casa de alquiler dejó como resultado dos hombres asesinados de varios disparos en el rostro y el tórax, confirmó la Policía.
El doble crimen ocurrió a las 4:20 p. m. de este viernes en la urbanización La Trinidad, en Mozotal de Goicoechea, luego de que los vecinos escucharon detonaciones. Después, un carro blanco salió del lugar.
La Cruz Roja de Ipís llegó al sitio y confirmó el deceso de dos jóvenes, que fueron encontrados en la sala. Cerca de los cuerpos, los agentes hallaron una pistola de calibre 9 milímetros.
Los fallecidos fueron identificados como Antony Francisco Castrillo Castrillo, de 25 años, y el convicto Roney Francisco Coto Marín, de 24, quien gozaba de un beneficio carcelario, luego de haber sido condenado a cinco años de prisión por robo agravado. Cumpliría su sentencia el 20 de noviembre del 2017.
José Francisco Cordero, subdirector regional de la Fuerza Pública de San José, detalló que, además del arma, dentro de la vivienda se sentía un fuerte olor a marihuana. Sin embargo, se desconoce el móvil del crimen.
En el caso de Castrillo, el Ministerio de Justicia confirmó que descontó una pena por extorsión y accionamiento de arma. Salió de prisión el 30 de marzo del 2012.
Recibió amenazas. Gisella Marín, madre de Coto, llegó a la casa y confirmó que su hijo recibió, el pasado 30 de noviembre, amenazas de muerte por medio de mensajes vía WhatsApp.
“Los martes llegaba a dormir al CAI Guadalupe, ya que le dieron el beneficio en prisión, luego de que fue condenado por robo. A él lo venían siguiendo y sé quiénes son. Hoy (viernes) había quedado de verse con una muchacha aquí. Era el mayor de cuatro hermanos”, contó Marín, vecina de Purral de Goicoechea.
Uno de los mensajes, del cual La Nación tiene copia, indicaba que conocían los días en que Coto iba a dormir al CAI y que estaban vigilando dos viviendas.
Inquilinos no pagaban. El dueño de la casa, Luis Camacho, explicó que la alquiló hace mes y medio a otro sujeto. Al parecer, vivirían allí tres personas.
Sin embargo, con el paso de los días empezó a recibir llamadas de algunos vecinos, quienes le aseguraban que en el inmueble era usual la presencia de carros extraños, el desmantelamiento de motos y la venta de droga.
“Me llamaron para decirme que en la casa entraban con bolsas y que vendían drogas. Nunca me pagaron el depósito y, a la hora que venía a cobrar, nadie abría. Ayer (jueves) los intenté sacar y me dijeron que me iban a dar ¢50.000. Les dije que lo único que quería era que se fueran”, relató el comerciante de Coronado.