Aterrorizados, como estaban, después de haber sido víctimas y testigos de la barbarie en la que sucumbió el resto de su familia, Pablo y Esteban solo atinaron a acudir a los dueños de la pulpería que, a las 5:30 a.m., eran la única señal de vida en el vecindario.
Enloquecidos, los niños de 12 y 10 años entraron al negocio gritando y repitiendo: "¡Doña Ligia, mataron a mis papás y a Carlitos!"
Acostumbrada a velar por el bienestar de todos los chiquillos de esa populosa barriada, a quienes ha visto crecer, doña Ligia Tortós se aventuró a emitir una reprimenda contra los chiquillos, quizá porque la naturaleza de la noticia le impedía aceptarla como cierta.
"¡Ay muchachos, esas bromas no se dan!", les dijo doña Ligia, pero los vestigios de sangre en la camisa de Pablo y la absoluta desolación de los chiquitos hicieron que el matrimonio se apersonara a la vivienda para encontrarse con la dantesca escena.
Casualmente yo acababa de ver el reloj: eran las 5:38 a.m., cuando la histeria colectiva se apoderó de mi barrio. Esta vez, en lugar del aroma a café fresco salían de las casas los gritos desesperados de los vecinos de barrio Fletcher, la mayoría de los cuales conocían de toda la vida a la familia asesinada.
"¡Ay Dios mío! ¡Qué hicieron, Dios mío!", gritaba Manuel Ulate, otro vecino que en medio del ahogo intentaba explicar que no habían muerto todos, como se dijo en los primeros segundos, pero que Carlitos y sus papás sí yacían inertes en medio del absoluto desorden que imperaba en la casa.
Los primeros momentos fueron de confusión y conmoción absoluta. Mientras le avisaban a los papás de Marjorie, quienes viven a unos 100 metros, los niños que sobrevivieron narraban una y otra vez la crueldad con la cual su padre fue muerto frente a sus ojos.
Vestido con el uniforme escolar que había usado anteayer y aún arrollado al cuello el pañuelo con que fue amordazado, Pablo se lamentaba de que no pudo soltarse a tiempo para salvar a su hermanito de un año, quien agonizó y murió frente a sus ojos.
En un primer momento tanto él como su hermano Esteban fueron el centro de decenas de preguntas que contestaban atolondradamente, cuando aún ni siquiera habían llegado sus abuelos.
Fue así como los niños narraron ante la barriada, estupefacta, la forma en que su padre fue acuchillado y luego golpeado con la culata del revolver.
Solo unos minutos después se impuso la cordura y los niños fueron sacados de la escena del crimen para trasladarlos a casa de sus familiares.
"¿Por qué Carlitos?"
Gestores de un matrimonio unido y ejemplar, Carlos Alberto y Marjorie eran líderes comunales que participaban en cuanta obra se realizara para mejorar su querido barrio. Pero indudablemente su popularidad aumentó cuando dieron a luz a su tercer hijo, quien el 11 de agosto celebró con sus amiguitos su primer año de vida.
Y es que con sus grandes ojos verdes y su figura regordeta, Carlitos conquistó el corazón de los vecinos.
Por eso la rabia y el dolor se apoderaron de todo el que conocía al matrimonio, pero la indignación crecía aún más cuando se hablaba del pequeñín que apenas unas horas antes anduvo jugueteando en las aceras del barrio.
Descalzos muchos, en pijama otros, pero todos aturdidos por la ingrata noticia, vecinos y familiares se preguntaban unos a otros, a sabiendas de que no había ni habrá nunca respuesta alguna: "¿Por qué a ellos? ¿Por qué a Carlitos?
Dolor ajeno
La tragedia sucedida en el barrio Fletcher afectó a todo el país, pero aún más a quienes conocieron de cerca a las víctimas y a los dos niños sobrevivientes.
Iria Baldí Alvarado,
maestra de Pablo
"Hablé con los chiquitos; los vi tranquilos pero me parece que lo que están es como enajenados; como si no fuera con ellos. A Pablo, lo visitaron sus compañeros de la escuela como muestra de apoyo y solidaridad... No puedo creer que esté pasando esto. Lo peor es que con el tiempo van a sentir una gran cantidad de emociones que aún no salen a flote. Pablo tiene las pruebas de sexto grado la segunda semana de diciembre; tendrá el apoyo de todos nosotros. Los papás eran muy dados a colaborar con la escuela; esto es algo muy doloroso."
José Espinoza,
compañero de trabajo de Carlos Alberto
"Carlos Alberto debió ser una persona muy querida en la comunidad, así como lo era en el Banco. El era uno de los mejores funcionarios, si no el mejor. Lo estábamos esperando cuando nos dieron la noticia, estamos totalmente consternados."