“Mi hija consume marihuana por participar en las barras libres”.
Lo dijo la madre de una joven, de 16 años, a quien dejó ir por cuatro meses a esas fiestas, sin saber lo que realmente ocurría allí.
Las siete de la noche marcaban el inicio de una celebración de fin de semana, que costaba de ¢10.000. Como consecuencia, esa alumna de un colegio privado, en Zapote, San José, conoció a un narcotraficante (alias Perro), quien la involucró en drogas.
La madre, de 46 años, llevó por primera vez a su hija, en julio, desde Desamparados hasta Curridabat (frente a Plaza del Sol), porque ahí la esperaba un bus.
Iría a una fiesta para escuchar a un grupo que cantaba, en un ambiente donde supuestamente no habría licor. Horas después, la madre la recogería en el mismo sitio. Con el tiempo, ella se enteró de que se reunían en un bodegón en Pavas, San José, donde les daban alcohol a los menores.
En una entrevista con este medio, la madre de la menor –quien prefirió reservar su nombre– contó que un par de cigarrillos de marihuana en el fondo del inodoro de la casa destaparon, hace dos semanas, la realidad que la joven estudiante escondía.
“Até cabos y me di cuenta de que mi hija fumaba droga desde que empezó a ir a esas fiestas, a las que yo le di permiso. Por eso, se gastaba mis gotas para los ojos; se comportaba diferente y tenía mucha ansiedad”, relató .
Aunque la madre indicó que existía confianza con su hija, una pared de concreto (invisible) impedía el libre diálogo. Los padres de la menor la confrontaron y ella les contó lo que sucedía, mas advirtieron: “Hay muchas cosas que, creemos, ella nos esconde”.
”Mi esposo y yo pasamos de día en el trabajo, y cuando un grupo de compañeros del colegio llegaba a la casa a hacer un trabajo extraclase lo que hacían era fumar marihuana solos. La situación económica nuestra no es mala, y a él (al vendedor de droga) lo que le interesa es que consuman”.
Según dijo, en una ocasión su hija preparó con las amigas un queque revuelto con picadura de marihuana; algunas, terminaron vomitando después de comerlo.
La madre agregó que, al advertir a las otras madres de los amigos de su hija sobre lo que ocurría en esas reuniones en casa, los menores le dejaron de hablar. Incluso, indicó, su hija la tiene bloqueada en Facebook para que no se entere de las fiestas a las que asiste.
“Hay que destruir a la mafia y la jerarquía de grupos que están detrás de los adolescentes. Es una red bien montada, pero nos sentimos solos (ella y su esposo) en medio de estos dragones.
”Mi hija está con un psicólogo porque sé que está rescatable. Sé que ella tiene toda la vida por delante y si tengo que internarla la dejaré ahí porque no la parí para que ande en estas cosas. Actualmente, solo ha consumido marihuana y aunque no le ha afectado en los estudios, estamos enfrentando un gran problema.
”Uno, como padre, sabe la etapa en la que están los adolescentes, pero no sé hasta qué punto se están saliendo de control este tipo de fiestas que los están embarrando en drogas. Los padres de familia no tenemos cómo defendernos de estas fiestas”, manifestó.
La madre consideró que es imposible controlar las amistades de su hija porque se ven a diario en el colegio.
“Tenemos que volver a darle confianza, pero restringida y controlada”, puntualizó.