San José (Redacción). Una caravana de medio centenar de vehículos esperaba a Carlos Pascall a la altura de la Recope a eso de las 10 p.m. y lo escoltó en su entrada a Limón.
Desde microbuses hasta motocicletas, desde destartalados sedanes cargados con sus empleados hasta taxistas que recordaban a un amigo, el paso del convoy detuvo temporalmente el tránsito limonense.
Alrededor de las 10:40 p.m. la Pathfinder negra donde venía Pascall se detuvo frente al estadio Juan Goban y su desgastado cuerpo apareció por la puerta del copiloto.
“Cuando uno esta bien, no faltan nunca amigos. Pero fue durante esos meses duros que estuve mal en prisión que supe quiénes están realmente conmigo. Gracias, Limón”, soltó Pascall, micrófono en mano, desde el borde del vehículo.
Luego ingresó al estadio, donde ya lo esperaban amigos, familiares y colaboradores de sus negocios. Se dirigió decididamente hacia la gramilla del estadio, que no pisaba desde que fue detenido en junio de 2011. Ahí tomó una bandera limonense, abandonó la chaqueta café en una esquina y probó suerte con un amago de vuelta olímpica. Las gradas enloquecieron.
Apenas diez minutos después de entrar al estadio empezó a buscar la salida. Su cuerpo no es el mismo después de veinte meses de prisión y ahora necesitaba descanso. Pero una vez en su casa, anunció que regresaba como si nunca se hubiera ido.
“Mañana voy temprano a ver al equipo, aunque no sé a que hora entrenan y durante el día visitare los otros negocios míos que quedan, porque muchos han quebrado”, explicó Pascall, quien ya había cambiado la polo roja con que llego a la provincia por un uniforme de Limón F.C.