El 12 de diciembre de este año, Shirley Torres Garita cumplirá sus 15 años y, como la mayoría de las adolescentes, desde ya sueña con una fiesta.
Si para entonces maneja bien las prótesis en las piernas, llevaría un vestido largo, probablemente rojo, y entraría caminando a la celebración; pero, si todavía no las controla bien, prefiere un traje corto para ir en su silla de ruedas.
La familia todavía no cuenta con los recursos económicos para costear la fiesta, pero Shirley mantiene la esperanza.
Precisamente, el entusiasmo que tiene por la vida le ha permitido salir adelante desde hace un año cuando perdió ambas piernas luego de ser atropellada por una vagoneta, el 19 de marzo, en un puente en La Suerte de Pococí (Limón).
Pese a las secuelas de ese accidente, ella asegura que “no hay nada que no pueda hacer”.
Además, ha tenido el apoyo de su familia y la solidaridad de conocidos e incluso de desconocidos, quienes desde entonces la han amparado con ayudas.
De hecho, después de vivir en una casa de madera carcomida por el comején y con piso de tierra, ahora Shirley, sus seis hermanos y su mamá, Yesenia Garita, viven en una casa nueva, de cemento, donada por un empresario autobusero de la zona.
“Él dice que vio la historia en el periódico y fue cuado vino y me conoció”, cuenta Shirley.
La vivienda es pequeña, pero le permite estar con su familia, que es lo principal para ella.
Los alimentos tampoco le han faltado, cuenta su madre Yesenia. “La verdad es que yo no he sentido que nos hayan dejado solos; mucha gente, cuando yo necesito, ahí están conmigo”, dice la jefa de hogar, quien dejó de trabajar para atender a su hija en la recuperación.
Sin espacio para tristeza. La tarde del jueves, luego de asistir al colegio donde cursa el sétimo grado, Shirley le arreglaba el pelo a su tía Johana, en el corredor de la casa.
Ahí, en medio de risas, relató que su prioridad es estudiar y convertirse en maestra de Inglés. “No hay que echarse a morir, queda mucha vida por delante, estas son cosas que le pasan a uno, pero Dios sabe por qué”, expresó.
La menor está tan segura de lo que dice, que rechazó tener atención psicológica. “Porque me sentía muy bien. Es que uno va al psicólogo y lo que hacen es recordarle todo y uno se siente mal, entonces, cuando me sentía mal, mejor hablaba con mi tía o con mi mamá”.
La madre agrega: “Imagínese que a veces pasamos por el puente y ella pasa tranquila. La que está con atención psicológica soy yo. Ha sido mucho trabajo en este tiempo”.
Atención. Con la póliza del seguro voluntario de la vagoneta, la menor pudo adquirir las prótesis que no se acostumbra a usar.
No obstante, todavía se espera una indemnización pues la empresa dueña del vehículo optó por conciliar.
Rodrigo Araya, abogado de la afectada, informó de que hace tres meses se solicitó al Instituto Nacional de Seguros (INS) el estudio sobre el monto posible del pago, pero no ha sido entregado.
Una vez que esté listo el informe, lo analizarán y, si están de acuerdo, pondrán fin al caso.
“Hay daño moral y físico”, resaltó el abogado, quien también reconoció el apoyo que la comunidad le ha dado a esta familia.
De momento, la adolescente se concentra en continuar sus estudios para un día ser la maestra de Inglés; eso sí, en su comunidad.
Mientras, su madre busca hacer realidad la ilusión de la futura quinceañera y, también, brindarle mejores condiciones como una nueva silla de ruedas.