20/01/11. complejo carcelero de san rafael de alajuela. visita con motivo de documentar la calidad de la alimentacin que se les brinda a los privados de libertad. /Pablo montiel para la nacin. (Pablo Montiel)
Alimentar a los 11.135 reos que están en las cárceles del país y a unos 3.000 empleados penitenciarios le cuesta al país cerca de ¢735 millones mensuales.
Ese gasto se triplicó en el último quinquenio, pues pasó de ¢2.800 millones al año en el 2006 (había 7.000 reos) a ¢8.820 millones en el 2011.
El gasto en alimentación es el segundo más importante después del pago de la planilla total –¢40.000 millones al año– de la Dirección de Adaptación Social, entidad adscrita al Ministerio de Justicia.
Entre los productos básicos de mayor consumo mensual están el arroz, con 42.000 bolsas de dos kilos, frijoles (23.000 bolsas de un kilo), azúcar (4.600 bolsas de cinco kilos) y café (12.000 bolsas de medio kilo).
“Las compras deben llegar de acuerdo con el menú que aquí se estructura cada mes, en el que se sugiere a las cárceles qué deben comer los reos por día”, explicó Marcela Ulate, nutricionista de Adaptación Social.
Sin embargo, debido a factores como la falta de equipamiento, escasez de personal y asignación de gas o seguridad, muchas comidas no se pueden preparar, sobre todo en aquellas cárceles donde la cantidad de comensales es mucha.
Un presidiario tiene al día cuatro turnos de comida, con un costo total de unos ¢1.750. En el caso de los adultos mayores, hay una merienda más de refuerzo a media mañana.
La nutricionista Ulate indicó que los adultos hombres consumen por día 2.800 calorías en promedio; y las mujeres, 2.300.
En el caso del Centro Penal Juvenil, ubicado en San Luis de Santo Domingo de Heredia, el consumo aumenta a 3.000 calorías, pues los jóvenes gastan más energía.
Por la tarde, toman café negro con pan con margarina y paté, y, finalmente, la cena incluye tomate en rodajas, lentejas con vegetales y carne, arroz blanco, sandía y fresco de zanahoria con naranja.
Después de las 5 p. m. hasta las 6:30 a. m. del día siguiente, los reos no tienen programadas comidas. Sin embargo, algunos construyen cocinas hechizas y calentadores en las celdas para saciar el hambre.
Esta práctica está prohibida porque podría generar enfermedades gástricas y plagas de insectos y roedores por la falta de higiene.
A los reos se les prohíbe llevar comida a los dormitorios. Incluso, se determinó que muchos presidiarios ingresaban tortillas y frutas –como piña y mora– a las celdas para generar fermento, por lo que estos productos se restringieron .
Los familiares de los reos tienen la posibilidad de llevarles alimentos, entre las 8 a. m. y las 4 p. m. Sin embargo, su revisión no incluye el aspecto nutricional, explicó Reynaldo Villalobos, subdirector de Adaptación Social.
“Esto repercute en los servicios de salud: una buena alimentación disminuye las visitas al médico”, agregó.
Precisamente, en diciembre pasado, un brote de diarrea afectó a 150 personas, entre reos y policías penitenciarios de la cárcel de Cocorí, Cartago, por una contaminación en los alimentos.
Villalobos dijo que los presos que pasan muchos años en la cárcel, solo reciben la dieta que allí se les proporciona, pues se debe evitar que, con el transcurrir del tiempo, desarrollen hipertensión, diabetes u obesidad.
Aun así, la nutricionista Ulate señaló que hay muchos presidiarios con triglicéricos y colesterol altos.
Actualmente, por cada 25 reos, cuatro tienen dieta especial; la mayoría son adultos mayores.
“En esos casos, se promueve una alimentación saludable, capacitando a los cocineros para que tengan los conocimientos básicos en preparación de dietas: por ejemplo, limitar las grasas y sal en las comidas”, añadió.