Chen Wei Xiong quiere hablar el castellano como todo “un licenciado” y dejar atrás el vocabulario de “la chusma”, el único que aprendió, según dice, cuando llegó a Costa Rica.
Pero las palabras todavía se le confunden y lo traiciona el acento. Aun así, el chino, de 34 años de edad, logra mantener una conversación en su nueva lengua.
Hace ya unos tres años que aprende español en el centro penal La Reforma, en San Rafael de Alajuela, donde cumple una pena de 45 años por tres secuestros a otros orientales.
Ingresó en el 2004 sentenciado por uno de esos delitos. Tiempo después, lo condenaron nuevamente por los otros dos casos.
En la cárcel, la barrera del idioma se hizo más pronunciada.
“Solo cosas malas hablaba (...) Para mí es muy importante (hablar español) para no tener problemas (con) la chusma ”, explicó Wei con frases entrecortadas.
“Es bueno para (el) futuro, para cuando salga a la calle, para tener trabajo afuera”, añadió entusiasmado.
Desde que aceptó la propuesta de aprender español, Wei es uno de los 627 reos que pertenecen al programa de alfabetización del Ministerio de Justicia.
La mayoría de ellos son costarricenses quienes, en libertad, no aprendieron a leer ni a escribir.
Empero el programa también incluye a los foráneos que desconocen el idioma.
“Yo estudiaba en China, en el colegio. Vine a Costa Rica (porque) tengo mucha familia aquí, (tengo) tres tíos y vine por trabajo”, contó el reo.
Un pariente le ofreció trabajar en un restaurante; sin embargo, los casinos conquistaron al joven y el juego lo llevó a meterse en problemas, según reconoció. “(Por) la plata, uno hace cosas malas”, se reprocha a sí mismo.
La primera vez que ingresó a prisión lo condenaron a 15 años por el secuestro de un comerciante chino que estaba en su restaurante, en El Alto de Guadalupe, Goicoechea. De ese caso, asegura ser inocente.
La segunda condena llegó en el 2008, cuando le impusieron 30 años más por secuestros ocurridos en Heredia y Cartago.
Los juicios requirieron de la ayuda de un traductor; ahora Wei lee por sí mismo sus sentencias, en español.
Asiste a clases una vez por semana. “Viene la maestra desde las 9 a. m. Son cuatro horas”, detalló el oriental.
En su celda, guarda un diccionario que también lleva a clases.
“Si usted, además de perder su libertad, no se puede comunicar, puede deprimirse”, comentó.
Similar criterio esbozó Reynaldo Villalobos, subdirector de esa área, quien agregó : “Porque los centros penitenciarios son como comunidades”.
Los funcionarios destacaron que participar de los planes de estudio incluso podría ayudar a los presos a reducir sus años de pena pues el sistema carcelario tiene ese beneficio.