“Es un trabajo lindo porque uno aprende muchísimo, desde medicina hasta mecánica; hay mucha apertura, pero me siento muy cansada y decepcionada”.
Así expresa Ana Virginia Calzada Miranda (58 años) las razones por las que piensa en su retiro de la Sala Constitucional, en la cual inició labores desde el 7 de enero del 2003, aunque lleva 23 años en el Poder Judicial, y ya tiene lista su pensión.
La magistrada anunció su salida ayer en la mañana durante una entrevista con varios periodistas de
Si bien sabe tejer bufandas, aún le restan un par de proyectos por hilvanar. Ella espera concluir su etapa en el Tribunal Constitucional después de finiquitar algunos planes el próximo año.
Entre ellos, sostiene como objetivo el proyecto de ejecución de sentencias y de digitalización, así como una eventual reforma estructural a la Sala IV (proyecto en la Asamblea Legislativa), que impulsará con mayor fuerza el próximo año para descongestionar el Tribunal, que revisa unos 20.000 casos anualmente.
Ayer, a la magistrada la esperaba una nueva sesión en la tarde para resolver acciones, y luego una reunión de urgencia con los magistrados de la Corte Plena para discutir temas de presupuesto.
Calzada se convirtió en la primera presidenta de la Sala Constitucional, y dice que añora que la sustituya una mujer.
“Yo creo que ya llegó el momento. Ha sido un tiempo muy bonito para mí”, exclama efusiva y nostálgica al intentar explicar las razones pasadas y presentes para dar lógica a su futuro retiro, del cual no adelanta fecha.
La magistrada asegura que, en su años de estudios universitarios en Derecho, se decía a sí misma que lo último que sería era magistrada, con lo que se apartaría del camino de su padre, quien también fue magistrado. ¿Su razón? “No le voy a hacer a mis hijos lo que mi papá me hizo a mí”, alegó.
Llegó al mundo de los altos Tribunales del país por hacer suplencias a una amiga magistrada. Su carrera en el Poder Judicial comenzó a los 35 años, y figuró incluso como jueza penal.
La presidencia de la Sala Constitucional la asumió en marzo del 2008 en forma interina y fue ratificada por última vez como presidenta propietaria el 31 de agosto del 2009.
Previo a su inicio en el Poder Judicial, arrastraba una carrera de 10 años como litigante, en su afán por no seguir los pasos de su padre. Ahora, tiene cinco nietos.
Con su salida, espera dedicarles más tiempo pues afirma que los sábados y domingos, a pesar de ser sus días libres, los utiliza para revisar sentencias. “Además de que uno se quiebra el lomo, tengo un grupo de gente que tira monedas al piso de la Corte como si a uno lo estuvieran comprando, y eso afecta mucho”, expresó.