Asaltantes de casas dejan huella de dolor en cientos de víctimas

“Quedé traumada”. “Ya no le abro la puerta a nadie”. “Tengo miedo de que regresen”.

Estas son algunas de las frases de cuatro mujeres que vivieron la experiencia de sufrir un asalto dentro sus casas.

Junto con sus pertenencias, a estas familias de San José y Cartago les robaron el bien más preciado: la paz.

Según estadísticas del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la cifra de asaltos a casas en San José, entre el 1.° de enero y el 31 de agosto de este año, es mayor que la del mismo período del 2010 (220 contra162).

Francisco Segura, sudirector del OIJ, manifestó que tal aumento puede deberse a la existencia de más bandas.

De las personas consultadas, solo una aceptó que se publicara su imagen. Las otras, por temor, pidieron no ser identificadas.

Indefensas. La noche del 23 de julio, en Los Yoses, Montes de Oca, (San José), cuatro sujetos que usaban pasamontañas ingresaron a la vivienda de María Eugenia Acuña, de 81 años.

Acuña recordó que la acompañaban su hija, una nieta y una amiga que está embarazada.

“Me pusieron la pistola en la frente y yo gritaba: ‘¡guarda!’, para ver si me oían los vigilantes del frente (en otra propiedad).

”A la muchacha embarazada la tiraron al suelo. Ella se cubría la pancita y me pedía que dejara de gritar. Se llevaron como ¢200.000, celulares, carteras y relojes.

”Quedé con susto. Ahora me ve un psiquiatra”, expresó.

Otras de las víctimas de asalto, vecina de Freses, Curridabat (San José), concedió la entrevista sin abrir el portón de su casa a pesar de que el equipo de La Nación se identificó plenamente.

“Fue el 10 de agosto. Salí a sacar la basura como a las diez de la noche y, cuando di la vuelta para entrar a la casa, sentí un arma en la espalda y me obligaron a tirarme en la cocina. Entraron tres hombres. Me quedé rezando y pensado.

”En la planta alta estaban una de mis hijas y un yerno. También los amenazaron.

”Otra hija y el novio, que habían salido a comer, llegaron en ese momento en el carro y lo guardaron en la cochera. A ella la agarraron en la entrada de la casa y les pedía que no nos hicieran daño.

”Mi yerno se subió al carro y uno de los tipos empezó a disparar, pero no lo hirieron. Los hombres tenían el carro de ellos atravesado afuera y mi yerno echó para atrás y los chocó. Después de eso se fueron.

”Se llevaron tres computadoras portátiles y dos joyeros”.

El 18 de junio los delincuentes atacaron una vivienda de Los Yoses en Montes de Oca.

Una de las residentes dijo que tres sujetos, bien vestidos, aprovecharon que su hijo dejó el portón abierto para meterse a la vivienda.

“Nos encañonaron y nos reunieron a todos. Estuvieron como 20 minutos adentro. Se llevaron tres portátiles (computadoras), unas joyas y un arma de fuego de mi esposo”, relató la mujer.

Trauma. Raymond Valverde, jefe de la sección de Apoyo Psicológico del OIJ, dijo que el efecto de un asalto a una vivienda “es como una estaca al corazón” de los residentes.

“Los dejan devastados. Es una violación del lugar más sagrado de una familia; el sitio donde se debe sentir segura. Los afectados sufren de estrés postraumático”, explicó.

Valverde comentó que las víctimas pueden recibir ayuda psicológica para atender el problema.

Lo único positivo de la experiencia –puntualizó el especialista– es que tiende a unir a la familia y la hace ser más precavida.

Francisco Segura afirmó que laboran intensamente en la desarticulación de las bandas.

“Tenemos agentes distribuidos en varios turnos. Están enfocados en controlar asaltos a viviendas y robos de vehículos”, añadió.