Luego de 25 años de trabajo judicial, la presidenta de la Sala Constitucional cedió ante las peticiones de su familia y se jubilará en la segunda quincena de abril. Ayer, mientras disfrutaba de un día de vacaciones, manifestó a La Nación que se va tranquila por lo realizado, pero con la preocupación de que se le quiten potestades a la Sala que vela por los derechos de los ciudadanos y que ella ha dirigido durante los últimos cinco años.
Desde hace una década, a su escritorio llegan toda clase de quejas por violaciones a derechos de los habitantes. Como magistrada de la Sala Constitucional, Ana Virginia Calzada Miranda (de 59 años de edad) ha tenido la obligación de resolver esos conflictos.
Pero su trabajo se intensificó en el 2008, cuando asumió las riendas de esa instancia; primero de manera interina y luego como propietaria. Aunque admite ser una apasionada de su trabajo, también reconoce que este le ha causado mucho cansancio y estrés. Pero ahora, además, Calzada cree que llegó el momento de dedicarse a su principal amor: la familia. Tras 25 años de función pública, ella dejará el Poder Judicial la segunda quincena de abril. ¿Usted se acoge a la jubilación poco después del fallecimiento de don Luis Paulino Mora (expresidente del Poder Judicial). ¿Esa pérdida pesó en su decisión o cuáles fueron los motivos?
Yo tengo muchísimos años de trabajar, no solo en el Poder Judicial, porque trabajo desde los 19 años, y lógicamente, como todas las mujeres que trabajamos fuera de la casa, eso requirió sacrificar el tiempo de mis hijos y en este momento, ellos me están pidiendo que, por favor, regrese a la casa. Probablemente siga trabajando en otras cosas, pero ya no sujeta a la presión y estrés que uno vive en un puesto como este.
¿Cómo visualiza a la Corte ahora que tendrá un nuevo jerarca y que ocurrirán cambios en la Sala IV?
Yo espero que al nuevo presidente se le dé el apoyo que necesita para sacar adelante al Poder Judicial. Esta es una Corte relativamente joven y creo que eso puede darles una visión ajustada a los tiempos modernos. Eso no quiere decir que uno no la tenga, porque tampoco es que estamos como en otros países con magistrados de 90 años, pero yo creo que siempre los cambios son buenos y que uno debe dar campo a las nuevas generaciones. La Sala Constitucional está viviendo un proceso que es indefinido porque no sabemos cuál es la reforma que dictará la Asamblea Legislativa. Entonces, también los nuevos magistrados tendrán que enfrentar esos cambios.
¿Le quedaron cosas pendientes? ¿Qué preocupaciones le quedan con respecto a la Sala IV?
Yo me voy tranquila porque creo que cumplí, aunque me equivoqué, como todos (...). Confío en que los señores diputados analicen bien el tema de la reforma de la Sala IV y que los cambios sean estructurales, porque me parecería muy grave que le vayan a coartar posibilidades a la Sala de defender los derechos de las personas. Es lo único que yo digo que me puede preocupar. Yo estoy dispuesta a colaborar ad honórem con la Asamblea, con mi experiencia.
”Otra cosa que me preocupa mucho es que no se nombre una mujer en la Sala y que haya puros hombres, porque eso va directamente en contra de un sistema democrático, no solo por las cuotas, sino porque en un lugar como la Sala Constitucional, y en todos los lugares en nuestra democracia, deben existir las dos visiones”.
¿Qué tipo de cambios se puede hacer en la Sala IV?
En algún momento, junto con don Luis Paulino, habíamos pensado en los Tribunales de Amparo y de Hábeas Corpus. Hoy, por como están las circunstancias y como se está desenvolviendo el tema de la jurisdicción constitucional, me inclino porque sean cámaras –al igual que funciona el tribunal constitucional español– y que el pleno conozca las acciones de inconstitucionalidad.