Ulpiano Duarte Arrieta, magnate de la marimba costarricense, dejó este mundo el 6 de octubre.
Antes de Duarte, la marimba era seña de lo rústico de la pampa; una anécdota turística. En sus manos, la marimba se volvió legado y el instrumento para componer unas 60 canciones.
Su muerte fue llorada por aquellos que, gracias a él, encontraron el gran valor de la marimba para la cultura costarricense.
Nació en 1929 en Santa Cruz, Guanacaste, donde desde joven conoció el instrumento. Hijo de familia pobre, Duarte fue limpiador de zapatos y vendedor, pero el oficio que más llamó su atención fue el de músico de fiestas. De la marimba aprendió a sacar corridos, valses y cumbias. Por un día de labores recibía ¢2.
En 1945, Duarte se mudó a Liberia, un lugar clave para su formación. En 1947, a sus 18 años, ya fungía como marimbista profesional y comenzó a componer sus primeras canciones.
En 1974 se declaró que su conjunto, la Marimba Diriá, era la representante oficial del país. Con la banda viajó a México, Estados Unidos, Colombia, Canadá, Venezuela y España.
En 1975 crea el Taller de Marimba de la Etapa Básica de Música de la sede santacruceña de la UCR, donde al menos 5.600 personas han aprendido marimba.
Como la rueda de la carreta en el pastizal, Duarte dejó una hendidura profunda en la cultura. Su nombre recuerda al inmenso tesoro que construyó un hombre que nació con poco.