La rivalidad dizque sangrienta entre los seguidores de las dos franquicias espaciales más influyentes de todos los tiempos no es tan radical como muchos quisieran creer. Si de escoger un bando se trata, pues sí, me quedo entre los de una galaxia muy, muy lejana , pero no por eso desdeño a aquellos que van donde ningún hombre ha ido antes.
Desde niño me decanté por Star Wars por encima de Star Trek . Era el inicio de la década de los 80 y la creación de George Lucas inundaba el comercio con figuritas, loncheras, pijamas y cuanto tiliche pudiese venderse con la imagen de Darth Vader, R2-D2, Yoda o un Stormtrooper.
En cambio, la saga de Gene Roddenberry buscaba a una audiencia adulta y nerd , más interesada en historias que en mercadotecnia.
Para buena parte de mi generación, Star Trek empezó a cobrar relevancia hasta que se dio el estreno, ya en los 90, de The Next Generation . La serie televisiva –estrenada en Costa Rica por Teletica en una época en la que tener servicio de cable aún era un lujo– fue un éxito y, a la fecha, la tengo como un programa fundamental entre la ciencia ficción de aquellos años, junto a los Expedientes X . Sin embargo, nunca me pasó por la mente pintarme la piel verde para lucir como Data o raparme el pelo al estilo Picard.
El fanatismo lo consagré a Star Wars , por motivos cuya explicación bien podrían desbordarse de esta página. El mejor traje de Halloween que he usado es de Boba Fett (regalo de mi esposa, vale decir); he pasado varias madrugadas encadenado al Wii por culpa del juego de Star Wars Lego , y al despedirme de alguien soy más propenso a desearle que vaya con la Fuerza antes que con Dios.
Aún así, respeto a la fanaticada de Star Trek . Es más: la envidio. Y empiezo por su gentilicio y no nos engañemos, que la palabra trekkie podrá parecer una ñoñada pero en realidad es un conceptazo. En cambio, ¿cómo nos llamamos los adeptos de Star Wars ? ¿ Fanboys ? Por favor...
Otro punto a favor es el elenco y, más aún su trascendencia. Mientras que del reparto original de Star Wars, solo Harrison Ford logró consolidarse como un fenómeno cultural, Star Trek nos dio a un William Shatner tan incansable como versátil; a un George Takei titán de la lucha por los derechos de la población sexualmente diversa, y a un Leonard Nimoy que a punta de respeto bien logró separar las aguas a su paso.
Star Trek también gana en la profundidad y variedad de sus personajes. Los diálogos entre Kirk, Spock , Bones y Scotty han sido replicados millones de veces en conversaciones de diverso pedigrí y, en su versión original, la serie rompió todas las barreras mentales de los años 60, revolvió etnias, puso a una negra y a un blanco a besarse frente a una boquiabierta audiencia y proclamó la tolerancia hacia las minorías (aún las alienígenas).
Star Trek ha sabido reinventarse, una y otra vez, en el cine y la televisión, mientras que Star Wars ha fracasado miserablemente en desmarcarse de su inigualable trilogía original. A tal punto han llegado las cosas, que hoy Star Wars camina, sin complicarse, por el camino que le abre Star Trek . Ahora nuestra última esperanza está puesta en J.J. Abrams, el cineasta chineado del mundillo geek al que Disney le apuesta para rescatar a los Skywalker del infierno de “precuelas” al que la arrastró Lucas. Y sí, los trekkies siempre podrán restregarnos en la cara que J.J. fue antes el director de Star Trek , tanto como los seguidores del Manchester United podrán burlarse de los del Real Madrid sobre quiénes descubrieron primero a Cristiano Ronaldo.
Los trekkies se codean con Wil Wheton; inventaron la teletransportación; en un ataque de furia pueden gritar “¡Khan!”; tuvieron su propio transbordador; bailan Gangnam Style en versión klingon , y con solo separar los dedos de la mano, les alcanza para desear una vida larga y próspera.
Y más importante que todo: quizá los trekkies no lo saben, pero la Fuerza siempre está con ellos.