¡Cuánto esperó Cintia para que la dieran de alta en el hospital! Quería dejar atrás cinco años de cirugías, quimioterapia y radioterapia, caída de pelo, vómitos... lo más difícil del cáncer, según ella.
Pero no. Aquello no era lo más duro de su historia. Todavía faltaba un poco más.
Después de superar un cáncer de mama a los 26 años de edad, Cintia Solano Cantillo tuvo que enfrentar la mirada de los otros, que no siempre es la mejor, y hasta su propia mirada, porque ella no era la misma después de la enfermedad.
Un cáncer agresivo que le apareció sin previo aviso la dejó sin parte de su mama izquierda. Engordó montones como parte de los efectos de la quimioterapia y de otros medicamentos, y su cuerpo ya no tenía la fuerza de antes: el cansancio la dominaba en cada esfuerzo que hacía.
Cintia lleva dos años intentando “volver a la normalidad”. No es fácil tratándose de un tumor maligno cuyo fantasma la sigue merodeando. “La gente me veía como queriendo decir: ‘¡mirá, pero si no se murió!’ ”, comenta esta mujer, madre de una adolescente de 13 años y fundadora de la Asociación Nacional Segunda Oportunidad de Vida (Anasovi).
Aunque el regreso a la rutina ha sido lento, Cintia ve más ganancias que pérdidas luego de sufrir este padecimiento. “Soy otra persona: es una nueva vida. Al principio sí, es muy duro, pero luego uno comienza a valorar cosas a las que antes no les daba mayor significado: la lluvia, los pájaros, ¡el sol!”.
Como fundadora y presidenta de Anasovi, Cintia ha tenido la oportunidad de conocer la historia de vida de muchos enfermos de cáncer.
El sentido de esa agrupación reside, en gran parte, en facilitar a los pacientes y sus familias todo el proceso de diagnóstico, tratamiento y reincorporación a las actividades diarias.
Porque regresar al día a día se puede volver complicado.
Heilyn Díaz Zúñiga lo ha sentido en carne propia. Esta joven fue operada de un tumor cerebral a los ocho años de edad. Después del diagnóstico, pasó cuatro años visitando hospitales y hoy vive con las secuelas de aquella experiencia: una parálisis en el lado izquierdo del cuerpo, dificultades para caminar y problemas de lenguaje.
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“Para una niña de ocho años fue difícil retornar a la escuela. Yo estaba en segundo grado. A mitad del curso, me internaron. Perdí el grado y tuve que repetir. El resto de niveles los hice con adecuaciones curriculares. En la escuela, todos mis amigos se fueron porque tenían miedo de la enfermedad que yo tuve. Se alejaron. Yo me deprimía y prefería estar sola. Aún me gusta estar aparte, porque sigue siendo difícil”, comenta la joven de 22 años.
Un aprendizaje
Si algo bueno tiene el cáncer es que “la experiencia trae consigo una oportunidad de crecimiento y de revaloración de la vida. A pesar de lo difícil que es el tratamiento, miles de sobrevivientes nos han dicho que la experiencia los llevó a hacer cambios importantes”, comenta el psicólogo Javier Rojas Elizondo, del Centro Nacional para el Control del Dolor y Cuidado Paliativo, de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
¿Qué se puede esperar después del tratamiento del cáncer?
“Las personas que han pasado por los tratamientos se refieren a los primeros meses como un tiempo muy difícil caracterizado por frecuentes cambios físicos y emocionales. Esa angustia e intranquilidad nunca desaparece y se reaviva en cada uno de los controles a los que se somete la persona”.
“Todos los pacientes viven altibajos emocionales relacionados con los cambios causados por la enfermedad. Una de las manifestaciones más comunes es la ansiedad, que se expresa en frecuentes cambios de humor y de conducta. También está el silencio, el retraimiento social y la depresión”, agregó el psicólogo.
Entre las cosas más complicadas de “volver a comenzar” está el regreso a la actividad laboral. Anasovi ha tenido que organizar charlas en algunos centros de trabajo para explicar a compañeros y jefes de algún paciente lo que debe ser el retorno al trabajo.
Ojalá hubiera más casos así. La norma es recibir denuncias de personas a quienes las han presionado y acosado laboralmente para obligarlos a renunciar porque todavía hay gente que piensa que quien ha sufrido cáncer ya no puede volver a trabajar.
“A veces, es pura ignorancia. Hay muchos lugares donde ya no los quieren más y se producen muchas guerras legales porque hay maltratos. Los ponen a hacer más cosas de la cuenta. Recuerdo el caso de una paciente con leucemia a quien le duplicaron las tareas para presionar su salida”, contó Cintia.
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Es normal que quienes regresan a la rutina se pregunten si podrán cumplir con las demandas diarias, sobre todo porque en los primeros meses y años el cuerpo no responde igual.
Resulta importante que la persona empiece por reconocer las limitaciones que le pudieron quedar tras la enfermedad. Luego, es bueno buscar formas para que sus allegados (jefes, compañeros, amigos y familiares) también las reconozcan, comprendan y acepten.
“En momentos, aparecerán sentimientos de impotencia caracterizados hasta por deseos de solicitar una incapacidad o la pensión laboral. Habrá compañeros de trabajo que se mostrarán solidarios y preocupados, pero no faltará quien reaccione incómodo por los ajustes laborales y por los permisos que se den a las personas con secuelas de enfermedades oncológicas”, advierte Rojas.
Pero la vida continúa y hay que volver a tomar las riendas otra vez.
“Yo tuve que empezar por reconocer que ya no era la misma. El cáncer me había cambiado, pero para bien. Como que hicieran una persona nueva pero con muchas, muchas mejoras”, cuenta Cintia.
Ella ha recurrido a la lectura intensa y a conversar con otros enfermos para compartir experiencias y darse apoyo entre sí. “Pida teléfonos a otros pacientes, llámelos, converse con ellos”, aconseja. (Ver recuadro)
Heylin, por ejemplo, se refugia en la fe: “Lo que hago es encomendarme a Dios. Pedirle ayuda y que me dé esperanzas”.