28 de marzo del 2007, minuto 60 : el centro desde la derecha viene un poco alto pero eso no es problema para el veterano delantero, quien, con el portero chileno a su espalda, se deja caer con la pierna derecha en alto. Un segundo después, la bola ya transmutó a gol y el tico del número 7 sonríe y con los índices señala al cielo. Sabe que hizo historia.
Así es como Rolando Fonseca Jiménez quisiera que Costa Rica lo recordara, como el legendario goleador de la Sele que aquella noche marcó uno de los mejores tantos del equipo patrio. Y con toda razón: aquel no fue un gol cualquiera, pues además de ser por medio de ese exceso del fútbol que es la chilena –reservado solo para los maestros– y de haberlo conseguido en la casa del país que patentó la jugada, también significó el gol 1.000 por parte de la Tricolor.
Pero el destino quiso otra cosa, y si hoy el exfutbolista es parte de este recuento de las figuras noticiosas del 2013, no es por nada remotamente relacionado con lo que hizo en la cancha. De hecho, Fonseca nunca antes había sido tomado en cuenta para este especial de cierre de año de La Nación , a pesar de que durante sus más de dos décadas con los tacos puestos coleccionó elogios y méritos.
En mayo del 2013, su vida llegó a un punto de giro inesperado, tanto para él como para el país, y a estas alturas aún muchos no terminan de entender cómo se convirtió en el implicado más destellante en un escándalo internacional que se saldó con la penosa salida de tres de los colaboradores más cercanos de la presidenta Laura Chinchilla.
Fue así, sin querer, que Costa Rica cayó en cuenta de que Rolo ya no era un hombre de canchas, sino de salones VIP; un empresario que participaba en decenas de sociedades anónimas y que se autodefinía como un “ broker ” de negocios .
No hay corona sin espinas
“Mayo del 2013 va a ser como el 16 de junio del 2001”, dice Fonseca y cierra la frase con una inmaculada sonrisa. La fecha escogida le da un salto al corazón del tico futbolero, pues ese día fue el Aztecazo , una de las páginas más celebradas de la Selección y de la cual él participó con un tiro libre perfecto.
Fonseca le pone buena cara al mal recuerdo que le deparó el quinto mes del año que termina. Cristiano devoto y optimista profeso, el hombre gol ve el trago amargo como una prueba más, una que espera superar “con nota 100” y que por eso no duda en comparar con uno de los días más significativos de su andar detrás de la bola.
Sin embargo, Fonseca no delira por hablar con la prensa de sus viejos goles. Para participar de este especial, primero se asesoró con su abogado, quien estuvo presente en la entrevista, atento a marcar la cancha con tal de que su cliente no hable de “el caso”. Y así fue: Fonseca no mencionó en ningún momento a Gabriel González Fallón , el colombiano cuestionado en su país por supuestos vínculos con el narcotráfico y que vivía en una casa propiedad de una empresa presidida por el exdelantero de Saprissa y Alajuelense. Fonseca tampoco hizo mención a THX Energy , la petrolera representada por él y propietaria del jet privado en el que la mandataria Chinchilla y su séquito hicieron dos improvisados vuelos a Suramérica. Rolando tampoco se refirió a Francisco Chacón, el exministro de Información con el que él y Morales se reunieron para acordar el préstamo de la aeronave y que renunció tras el escándalo .
Fonseca no habla de “el caso” pues todavía sigue en investigación, tanto por parte de la Fiscalía de Crimen Organizado como por las autoridades de Hacienda. No se le ha acusado de nada, más allá de los memes y chistes de redes sociales, pero igual se presentó el 16 de mayo a declarar ante el Ministerio Público, tres días después de que Chacón lo involucrara con el cuestionado avión que llevó a Chinchilla a Venezuela y Perú.
Repasando lo que siguió desde aquella frenética semana de mayo, Fonseca hace la jugada de pared con el positivismo. “Esto lo vimos como una oportunidad, pues no hay corona sin espinas, no hay éxito sin sufrir”.
La imagen dañada
23 de mayo del 2013, 6:45 a. m.: La esposa de Rolando Fonseca, Gabriela Lépiz, abre la puerta y un contingente de agentes judiciales y fiscales ingresa a la casa de la familia, en el exclusivo residencial Valle del Sol, en Santa Ana. A unos 500 metros, un allanamiento similar se desarrolla, en simultáneo, en la vivienda habitada por González Fallón.
El goleador histórico de la Sele está dentro del hogar cuando las autoridades llegan en busca de indicios para “el caso”. Afuera decenas de periodistas, camarógrafos y fotógrafos llevan días de montar guardia a la espera de verlo, de fotografiarlo, de grabarlo, de escucharlo. Pero Fonseca no se dejaba ver.
“Sí salí, sí andaba afuera. Que no saliera por la puerta del frente es otra cosa”, asegura mientras insiste en que su vida normal no se vio alterada por “el caso”. “Sigo disfrutando el día a día, voy a la iglesia, sigo llevando a mi hija al colegio, sigo haciendo mi vida... lo que pasa es que ya no soy noticia para ustedes”.
Ese “ustedes” son los medios de comunicación, los responsables a los ojos de Fonseca de que su imagen pública quedara en entredicho. “Andan buscando lo mínimo para vender noticias. Aquí no se venden periódicos diciendo la verdad”, señala enfático. Y luego sonríe.
Las etiquetas
El 2013 fue el año en que Rolando Fonseca lidió con las etiquetas: las que le pusieron los medios, la gente en la calle, los usuarios de redes sociales.
Contra él hubo palabras de todos los calibres, siendo las más fuertes aquellas que sus dos hijos debieron escuchar de terceros. El episodio más duro para la familia no se dio el día en que allanaron su casa, sino tiempo después, y sin policías ni periodistas presentes.
“Para el cumpleaños de mi hija, ella quería pasar un ratito con sus amigas”, recuerda el exdelantero estrella del Comunicaciones chapín, cuando se le pregunta por el peor trance del 2013. Fonseca endurece el rostro al narrar cómo algunos padres de las amistades de su hija no les dieron permiso para ir a la celebración, aduciendo que “con ese narcotraficante, con ese lavador de dinero, no se querían juntar”.
Las otras etiquetas llegaron de parte de aquellos que cuestionaron su actual estilo de vida, la validez de sus estudios en el Incae, sus actividades después del fútbol, no como entrenador o comentarista, sino como adinerado empresario y hombre de negocios.
“Yo no hago cosas diferentes para que los demás sean felices, sino por mi familia. No me encasillen en que debo tener una escuelita de fútbol o la tiendita de deportes del barrio. ¿Por qué no podemos ser diferentes? ¿Por qué no se alegran por un futbolista, un pateabolas, un mejenguero, un pateador o como ustedes quieran encasillarnos? ¿Es que solo tenemos derecho a ser pateabolas?”.
Fonseca se ha desmarcado del fútbol tanto como ha podido, al punto que, al hablar, parece peleado con el deporte que lo lanzó al estrellato, no solo en el campeonato de Costa Rica sino también en los de Guatemala, Colombia y México. “Pensé que el fútbol era todo en la vida, pero cinco años antes de retirarme, entendí que no. Hoy no veo fútbol, no vivo del fútbol, no me interesa; durante mucho tiempo no me ha interesado”.
Eso sí, este hombre a la puerta de los 40 años, sigue fiel a la Selección, la misma con la que disputó el Mundial del 2002 (“soy el fan número 1”). Dice que el país necesitaba la clasificación a Brasil 2014 y tiene en muy alta estima al técnico Jorge Luis Pinto.
Fonseca aún es el dueño de la marca de máximo anotador de la Tricolor en juegos oficiales, con 46 goles, pero no se aferra a ella. “Los récords no me sirven de nada, solo para recordar”, dice, resignado, para agregar que Álvaro Saborío tiene todo para ser el próximo dueño de dicha conquista.
Y es que Fonseca ya no se apega a los hitos estadísticos, luego de que aquel precioso gol que marcó de chilena en la cancha de la ciudad de Talca perdiera su condición del millar para la Sele ( la Comisión de Historia de la Fedefútbol ajustó la cuenta, con base en las nuevas directrices de la FIFA , y al final el gol 1.000 quedó en posesión, irónicamente, de Saborío... aunque no por una chilena).
La pérdida del gol 1.000 es algo que a Fonseca le duele en el alma. Se sintió dañado en ese momento por la prensa así como se siente perjudicado ahora por un escándalo que bien podría restarle posibilidades para, llegada la hora, ser ingresado a la Galería Costarricense del Deporte.
“Es muy simple dañar la vida de alguien sin tener conocimiento o certeza de lo que se está hablando. ¿Cómo me pueden a mí resarcir el daño moral, la etiqueta que me pusieron, la etiqueta para mi familia, cómo resarcir mi nombre?”, pregunta el saprissista que más goles le ha metido al equipo morado con la camiseta de Alajuelense.
Rolando Fonseca quisiera dejar de ser noticia y que los periodistas lo olviden. Si de él dependiera, preferiría que su imagen imperante fuera la del número 7 del Aztecazo o bien la del gol de chilena que valió 1.000 por un ratito.