Siglos atrás, la presencia de barba era considerada una señal de jovialidad y de buena alimentación.
En cambio, a aquellos hombres que carecían de vello facial se les creía incapaces de realizar trabajos de esfuerzo y se sospechaba que eran más propensos a enfermarse. En la época victoriana (durante la cúspide de la Revolución Industrial y del imperio británico), incluso los resfríos se relacionaban con la remoción de la barba. Según esta teoría, el hombre que se afeitaba merecía enfermar por negligente.
Hoy hay estudios que, de alguna forma, respaldan la teoría popular de aquellos tiempos. La barba y el bigote sí elevan la temperatura corporal, por lo tanto, defienden al cuello del frío y de los resfríos.
Carol King, del Centro Tricológico de Birmingham (dedicado a estudiar el cabello) determinó que los vellos cercanos a la boca crean una malla que reduce el paso de partículas de polvo, polen o bacterias hacia las vías respiratorias, lo cual reduce los síntomas del asma y las afecciones que se transmiten por el aire. La dermatóloga costarricense Laura Garzona insiste en que esa función protectora será real siempre y cuando el aseo sea un hábito vital, tal y como se cuida el pelo de otras partes del cuerpo.
La especialista explica que la presencia de barba también protege de los rayos ultravioleta, al reducir el impacto de la luz solar. Muestra de ello es que quien se recorte el vello facial de varias semanas notará una diferencia en el color de piel con respecto a otras zonas de la cara.
Según un estudio de la Universidad de Southern Queensland, ese factor de protección solar ronda entre el 90% o 95%, dependiendo del pelaje.
A favor de los vellos faciales también hay hechos innegables como la reducción en las posibilidades de cortarse al afeitarse o de irritarse con el constante paso de una navaja por la piel. En casos extremos, este padecimiento puede producir foliculitis , una molesta condición. Esto ocurre por pelos encarnados que crecen debajo de la piel. Su presencia se da principalmente en hombres de origen afrodescendiente.
¿Que si rasurarse podría ser malo? El caso extremo lo reseñó, en 1987, el British Medical Journal: un hombre indio a quien se le pidió afeitar su larga barba antes de una cirugía. Él acató la orden pero, al verse en el espejo, se impactó tanto al no reconocerse que tuvo un paro cardiorespiratorio y murió. Se podría decir, literalmente, que la afeitada fue fatal.