En agosto, Ofir León murió en su tierra natal pero lejos de su hogar.
La colombiana regresó a Cali en el 2013 después de cerrar en Costa Rica doce años de trabajo con su asociación cultural Signos Teatro Danza.
Durante ese tiempo, León dedicó su cuerpo, energía y voluntad de hierro a convertir las artes escénicas en una disciplina para su generosidad.
Entre los tantos proyectos que asumió en el país, sus colegas y amigos –la familia que ella misma creó– recuerdan con más cariño su trabajo con los niños de la Compañía Infantil del Teatro Giratablas, su colaboración con el sector independiente de la danza al establecer en el 2010 el Encuentro de Solos Hecho a Mano (al lado del actual director de la Compañía Nacional de Danza, Adrián Figueroa) y, sobre todo, por su proyecto de extensión social con las reclusas de la cárcel El Buen Pastor.
Su cómplice en este último escenario fue la bailarina Valentina Marenco, con quien logró presentar la pieza de danza Carácter: miradas de mujeres en un momento sin tiempo (2008) y, más tarde, crear la obra de teatro Un día menos (2010) con las mujeres del centro penitenciario.
Más allá de la huella de su trabajo, León caló muy hondo en las artes nacionales con su espíritu desprendido y tenaz.
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