Está cara a cara con su interlocutor en una conversación que debería sonar interesante pero de repente se escapa un bostezo.
Es espontáneo, involuntario, incontrolable, pero inevitablemente también causa una gran congoja.
Estamos acostumbrados a relacionar los bostezos con el aburrimiento o con la desazón, pero los motivos reales de por qué bostezamos podrían ir un poco más allá del hastío o el sueño.
En mayo pasado el psicólogo Andrew Gallup, de la universidad Estatal de Nueva York, y Gary Hack, de la facultad de odontología de la Universidad de Maryland, determinaron que en realidad esta acción que parece involuntaria pretende enfriar el cerebro.
Antes de su estudio, publicado en Medical Hypotheses, a los bostezos se les atribuía la oxigenación del cerebro pero no había bases científicas que sostuvieran esa creencia popular.
Ahora Gallup y Hack aseguran que los ciclos de sueño, así como el estrés generan el ascenso de la temperatura cerebral y aceleran la ocurrencia de los bostezos.
Como si fuera una computadora, el cerebro busca mantenerse fresco, por lo que cada bostezo busca balancear la temperatura interna y mantenerla regulada con la exterior.
El estudio midió cómo la temperatura se elevaba vertiginosamente instantes antes de un bostezo, mientras que después de este volvía a la temperatura en la que se encontraba en su estado previo.
Los científicos creen que esta nueva teoría podría abrir un portillo de conocimiento que ayude a resolver enfermedades como la epilepsia y las migrañas, así como el insomnio y algunos otros trastornos de sueño.
Si bien se sabe que los bostezos resultan contagiosos con solo que alguien vea a otro bostezando, se desconoce qué relación podría tener esto con la regulación de la temperatura cerebral.
Este mismo año, un estudio realizado en la Universidad de Duke, Estados Unidos, lo que determinó es que las personas, entre mayor edad tengan, son menos proclives a bostezar como el eco de la acción de alguien más.
La próxima vez que se le escape un bostezo frente a alguien, mejor dígale que su cerebro necesitaba refrescarse... a pesar de lo aburrida que pueda estar la conversación.