Los teléfonos en los consultorios de ortopedia le deben muchos timbrazos al extendido temor por el pie plano. Ya sea por desconocimiento, por estigma social o por pura intriga, estos centros reciben cientos de consultas de padres preocupados por la falta de un arco en los pies de sus hijos.
También es cierto que tal angustia se ha ido decantando en los últimos años, pues hoy los especialistas le dan mayor importancia a la funcionalidad del pie que a la corrección. Si antes había que “arreglar” el pie plano a como diera lugar –y que lo digan quienes usaron zapatos ortopédicos–, hoy se sabe que en muchas ocasiones esta formación no causará ningún problema en el futuro.
Se conoce como “pie plano” aquel que carece de cavidad o arco plantar, de modo que, al caminar, se apoya toda la planta en el suelo. Los que se consideran “normales” son aquellos que apoyan tres puntos: la punta (cerca de los dedos), el talón y el borde externo del pie.
Aunque es un problema bastante común, la gran mayoría de los casos corresponden a “pies planos flexibles”, que con el tiempo irán adquiriendo la forma adecuada, incluso sin tratamiento. A pesar de que no se han determinado las causas precisas de este fenómeno, “se sabe que el pie plano flexible está muy relacionado con factores hereditarios y puede llegar a ser un pie funcional con tratamiento o sin él”, asevera el ortopedista y traumatólogo Daniel Alcázar de la Torre.
Este tipo de pie no suele producir más que una alteración estética, observándose un desgaste asimétrico en la suela del calzado: el borde interno se gasta más que el externo. Además, no está demostrado que el uso de plantillas o calzado especial modifiquen la evolución de los pies planos. Se calcula que el 80% de los pies planos flexibles se resuelven espontáneamente.
La otra variable se conoce como “pie plano patológico”. Su frecuencia es muy baja y se relaciona con enfermedades de nacimiento, como la artrogriposis y la parálisis cerebral infantil. “Estos son pies rígidos que ocasionan dolor e incluso limitaciones para caminar; requieren más tratamiento y la mayoría necesita intervenciones quirúrgicas para corregir el arco”, explica Alcázar.
En el 2006, investigadores de la Universidad de Viena (Austria) estudiaron a 835 preescolares (entre tres y seis años), y descubrieron que un 44% tenía pies planos, aunque solo un 1% se trataba de casos patológicos.
¿Cómo diferenciar un pie plano flexible de uno patológico? Según Alcázar, una manera fácil de hacerlo es ver al niño cuando está sentado sin apoyar los pies. En los infantes de pie plano flexible, puede verse un arco, o al menos una insinuación. En casos de pie patológico, el pie permanece completamente plano.
¿Preocuparse o no?
Antes de los tres años es muy difícil emitir un diagnóstico certero sobre este problema. A esta edad, es normal que los pequeños presenten pie plano, ya que los tejidos que sostienen las articulaciones en el pie (llamadas tendones) están muy débiles.
A medida que los niños crecen, estos tejidos se tensan y forman un arco, que se puede distinguir cuando el menor ronda los tres años. Eso sí, si antes de esa edad, el chico presenta dolor y se cae con frecuencia, es recomendable acudir a un especialista.
Si un niño o un adulto no experimenta dolor, ni tiene dificultad para caminar ni para usar zapatos, el tratamiento ortopédico puede no ser requerido. Si, por el contrario, hay desgaste de zapatos y caídas frecuentes, es necesario evaluar y decidir si conviene el uso de plantillas o de ciertos ejercicios.
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Una vez detectado el pie plano, los ortopedistas recomiendan estimular el tratamiento con ejercicios que fortalezcan el arco. Según Alcázar, “este es es uno de los pilares del tratamiento”. Entre los ejercicios está pedir a los niños que suban cuestas y que caminen descalzos apoyando las “puntillas” y el talón sobre pasto o arena. También pueden recoger objetos pequeños (canicas, lápices o una toalla de manos) con los dedos de los pies. Estos ejercicios podrían evitar un tratamiento posterior.
Otras actividades que también facilitan el tratamiento son el ballet, el karate y el taekwondo .
Zapatos viejos
Los zapatos ortopédicos –feos, rígidos e incómodos– están cada vez más en desuso para tratar este mal. Pronto se los verá solo en fotografías antiguas pues, para alegría de los niños, la comprensión de este padecimiento ha permitido diseñar nuevos dispositivos para tratar el mal. Ahora se usan plantillas ajustables a cualquier zapato cerrado. Estas estimulan el marco, corrigen la postura y evitan que el pie se deforme en el zapato.
Generalmente se acude a este recurso si el niño –o adulto–presenta dolor y dificultad para caminar. Los pacientes pueden, incluso, sufrir molestias de espalda, cadera o rodilla relacionadas con su pie plano.
Los médicos advierten el peligro de proveer a los niños un tratamiento no preescrito por un especialista.
En casos severos –niños que, a pesar de las plantillas y los ejercicios, siguen presentando problemas– actualmente hay microcirugías que ayudan a corregir el problema.
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Por ejemplo, desde hace año y medio, el Hospital de Niños practica una cirugía que consiste en hacer una pequeña incisión en el borde del tobillo y colocar un implante cilíndrico que levanta el hueso llamado astrágalo –ubicado en la parte superior del pie– para favorecer la formación de la curvatura. Estos procedimientos se practican cuando el paciente tiene entre ocho y diez años, y se calcula que solo un 10% de los casos de pie plano requieren esta intervención.
Antes, las cirugías para corregir casos severos de pie plano involucraban corte de huesos y colocación de pines, pero los resultados no eran del todo satisfactorios.