El ala femenina
Nicole Eduviges Chavarría Mora nació en Alajuelita, pero a los 6 años, sus padres se la llevaron a Ciudad Neilly. Allá hizo su vida: trabajaba en un ingenio de palma aceitera hasta que, un día, un amigo le contó que iba a hacer las pruebas para entrar a la Policía. Ella lo acompañó por curiosidad y también presentó papeles. A él no lo llamaron; a ella sí. De pronto, se vio en San José como policía: “Al inicio fue un ‘shock’”, recuerda entre risas, pero poco a poco le fue tomando el gusto al oficio. Lleva seis años en la Fuerza Pública, todos ellos en la Unidad de Intervención Policial (UIP). Ella es parte de la minoría: solo 21 agentes de los 315 son del género femenino. Tiene 28 años y, hace un año y ocho meses, se convirtió en madre. “Pensé en pedir un traslado allá, al sur, para estar cerca de mi bebé. Pero al final me mantuve en la UIP; la bebé me la cuida mi mamá, aunque la extraño mucho”, dice esta madre sola, quien sabe que está abrien- do brecha para otras mujeres.
Abuelos acorazados
Hay muchos abuelos dentro de la Unidad de Intervención Policial. En el proceso del reporteo, conocimos a varios y todos, pese a sus canas, muestran buena condición física y siempre están alerta a cualquier llamado. Uno de ellos es Víctor Naranjo, de 62 años de edad y abuelo de 10 nietos. Él dice que le encanta su trabajo, que estar activo y en constante movimiento es lo que lo mantiene vivo: "Si me mandaran a una caseta, es como si me mataran", dice. Naranjo está convencido de que las personas de más edad tienen mucho que aportar a la sociedad y critica a quienes ven a los adultos mayores como una carga social. Él se encarga de conducir el vehículo policial conocido como "perrera" y brindar seguridad perimetral cuando sus compa- ñeros están en algún operativo. No pocas veces ha debido recurrir a su físico para defenderse o para asistir a otro agente. "Yo me voy de la UIP cuando me muera o me pensione; espero que sea lo segundo", reflexiona Naranjo, quien goza del respeto y la admiración de sus colegas.