Aquel fue quizás el beso público más apasionado que Víctor Núñez haya dado en toda su vida. Ahí, en una esquina del estadio Eladio Rosabal Cordero, frente a más de 5.000 personas, se dejó llevar por la euforia del gol y le estampó los labios a su rodilla derecha.
Fue un gesto de agradecimiento, de ira, de desahogo por todo el calvario que había soportado durante ocho meses en los que muchos lo desterraron de las canchas.
Pero esa noche volvió, y volvió con gol. Era el 178 de su carrera, el que lo ratificaba como el segundo goleador histórico de la Primera División costarricense y el único aspirante capaz de romper la marca de 196 anotaciones que durante más de 40 años había ostentado el mítico Errol Daniels.
En ese partido a inicios de abril, ante Liga Deportiva Alajuelense, la carrera del Mambo Núñez comenzó a reescribirse, a levantarse de las cenizas hasta convertirse en leyenda.
Un año atrás, el 19 de mayo del 2012, en el último suspiro del Torneo de Verano, Víctor anotó el gol que confirmó el regreso del Club Sport Herediano al trono del fútbol nacional, tras una sequía de casi dos décadas.
Irónicamente, aquella anotación que le hizo al Santos de Guápiles sería la última que gritaría en mucho tiempo. Unas semanas después de la final, el goleador florense fue llevado al quirófano para corregir una ruptura del menisco y del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha.
La noticia de que estaría al menos seis meses fuera de las canchas dejó casi por los suelos el ánimo del delantero. No había sufrido una lesión tan seria en 12 años de carrera y le tenía que llegar ahora cuando estaba ilusionado con revalidar el título rojiamarillo y continuar su ascenso hacia el goleo histórico.
“Vinieron ocho meses duros, incluso hubo momentos durante la recuperación en que pensé que no volvería a jugar fútbol. Cuando debía estar corriendo, apenas caminaba, pero poco a poco fui ganando fuerza interior. El apoyo de mi familia fue importante, y gracias a Dios, pude levantarme”, confiesa.
Siguió el tratamiento al pie de la letra. Se levantaba temprano, se iba a Heredia a recibir terapia; y después hacía una hora de natación y otra de gimnasio antes de regresar a casa, descansar y volver a la lucha al día siguiente.
“Hubo gente que, por mi edad, me decía que tal vez debía ir pensando en el retiro y llegué a creer que era cierto, pero pasados cinco meses de la operación, supe que volvería a jugar; entonces me dediqué a entrenar bien, porque tenía que volver mejor de lo que estaba”, recuerda .
El 7 de marzo, Mambo ingresó de cambio en el juego ante el Galaxy, por la Concacaf, y aunque todavía no se sentía al 100%, puso fin a su calvario. Tres semanas después, frente a Liga Deportiva Alajuelense, en su primer partido como titular tras nueve meses, las gargantas rojiamarillas volvieron a gritar un gol de su ídolo. A partir de ahí, fue un gol tras otro; 13 al final de un torneo inolvidable para la afición florense, en el que Víctor se proclamó como el máximo artillero y Herediano alcanzó su corona número 23 .
Sangre caribeña
Víctor Amaury Núñez Rodríguez nació hace 33 años en Santo Domingo, República Dominicana. Hijo de dos jóvenes isleños, creció en el Ensanche Bella Vista, un populoso barrio de la capital, paseando en bicicleta o jugando con sus amigos una versión callejera del béisbol llamada “la placa”.
En su niñez nunca tuvo una pelota de fútbol; lo más parecido era la botella plástica que llenaba de puntapiés en el trayecto de la casa de su abuela al supermercado.
Al fútbol lo conoció siendo casi un adolescente, cuando su madre se casó con un costarricense y los tres se mudaron a nuestro país. Su nueva casa estuvo en San Francisco de Dos Ríos, frente a una cancha donde Víctor intentó hacer amigos y sumarse a eso que llamaban mejenga. De entrada no lo logró. Eso de meter goles no se le daba muy bien, mas insistió tanto que terminó siendo el más hábil de todos.
“Al principio, fue una desventaja, porque en República Dominicana todo era béisbol. Cuando comencé a jugar fútbol, a nadie le gustaba jugar conmigo porque era muy malo, pero seguí yendo todos los días”, recuerda.
Destacó jugando futsal en el colegio y ahí lo vio un entrenador de ligas menores del Deportivo Saprissa, que lo invitó a hacer una prueba en el club. La pasó sin problema, y con los morados, fue goleador en todos los equipos de ligas menores en que militó.
Fuera donde fuera, la sorpresa inicial que su característica pestaña blanca generaba en quienes lo veían, era opacada de inmediato por su increíble talento para avanzar con la pelota cosida al pie y dejarla siempre en el fondo de la red.
No pasó mucho tiempo para que debutara en el primer equipo, pero por alguna extraña razón, el gol lo abandonó unos meses y tuvo que marcharse a préstamo a la Asociación Deportiva Limonense.
El sol del Caribe le sentó bien. Ahí recuperó la confianza en su fútbol y el 12 de octubre del 2000 , marcó su primer gol en la máxima categoría. Fue una tarde de jueves, ante Alajuelense; con un toque suave de izquierda marcó el primero de los 20 tantos que conseguiría con la camiseta de la Asodeli y le visarían su boleto de vuelta al Saprissa.
Sin embargo, otra vez, el gol se enemistó con él y, tras una temporada de sequía, fue prestado a Santa Bárbara. Ahí hicieron las paces otra vez y comenzó el peregrinar de Víctor por Saprissa, Alajuelense, Cartaginés y Liberia, que le depararon un campeonato nacional, varios títulos de goleo y hasta su participación con la Selección Nacional en el Mundial Alemania 2006, tres años después de haberse nacionalizado costarricense.
Empero, sus días de jugador errante terminaron en el 2010. Como lo fue San Francisco de Dos Ríos cuando era un inquieto niño dominicano, después de muchos años buscando casa en el fútbol nacional, Mambo encontró la suya en el Club Sport Herediano.
Sin importar su pasado por clubes antagonistas, la afición florense lo adoptó ese año como a un ídolo y Nuñez respondió con más de 50 goles, dos campeonatos y la posibilidad de entrar con él en la historia del fútbol nacional.
Hombre récord
El buen regreso del Mambo hizo que, para el arranque del Torneo de Invierno 2013, no se hablara de otra cosa que no fuera el goleo histórico de la máxima categoría. Solo seis goles lo separaban entonces de la extraordinaria marca de Errol Daniels y los medios de prensa insistían en que sería cuestión de tiempo para que Núñez celebrara su gol 197.
Y él respondió como sabe hacerlo. Un gol ante Uruguay de Coronado, en el primer juego del certamen, y un doblete contra el Santos, lo acercaron aún más a la meta soñada.
Sin embargo, el récord que parecía al alcance de la mano comenzó a volverse esquivo. Convocatorias a la Selección Nacional y expulsiones hicieron que el goleador se perdiera nueve partidos del torneo y caminara a pasito lento hacia la historia.
La espera se hizo desesperante. Mientras algunos decían que la presión estaba haciendo mella en el delantero y él se empeñaba en negarlo, el cartel que llevaba la cuenta regresiva de los goles pasó casi dos meses encallado en el número cuatro.
“Se habló de ansiedad, pero nunca la hubo. No era algo interior, me la quisieron imponer de afuera, decían que estaba presionado, que me estaban comiendo las ansias, que las expulsiones eran la prueba, pero siempre estuve tranquilo y tuve mi meta clara”, enfatiza.
Y hubo fiesta. Dos goles ante Santos y Pérez Zeledón reavivaron la esperanza. El 9 de noviembre, Víctor ingresó de cambio en el juego ante la UCR y, a seis minutos del final, Jason Scott lo derribó dentro del área.
El Rosabal Cordero fue una sola voz para pedir que Mambo cobrara la pena máxima. Aceptó nervioso. Colocó la pelota en el manchón blanco, cobró con solvencia y estalló. Corrió como loco hacia el banquillo de su equipo, donde lo esperaba una camiseta roja con un 196 estampado en el pecho.
“Cuando anoté ese gol, fue una alegría inmensa para mí, para mi familia y para todos los seguidores del Herediano; aunque hice goles con otros equipos, hay un mayor aprecio hacia el Herediano porque aquí encontré una familia”, afirma.
Pero faltaba la alegría más grande, la que haría del 2013 el mejor año de su carrera. El 17 de noviembre , el Team recibía en su casa al mismo equipo limonense con el que Mambo había iniciado su caminar por la senda del gol.
Como pocas veces, el Eladio Rosabal Cordero estaba a reventar, presagiando que aquella sería una mañana histórica. Y lo fue. A las 11:40 a.m., Víctor recibió un pase milimétrico de Verny Scott, corrió hacia el arco y cuando el portero Jairo Monge salió a su encuentro, le tocó la pelota por encima.
Gol, golazo. Mambo recordó de inmediato que ese era el 197, el que había soñado tantas veces, y corrió a una esquina con los brazos abiertos y una sonrisa infantil en el rostro.
El estadio entero enloqueció con él. Lo aplaudieron, lo vitoreraron, le entregaron una placa y hasta hicieron la ola en su honor.
Núñez, agradecido, respondió con otro gol esa mañana y dos más contra Pérez Zeledón, para inaugurar el “Club de los 200”, del que es fundador y único miembro. Porque este 2013, Mambo entró a la historia con una proeza difícil de igualar y, lo mejor de todo, que puede crecer aún más, si continúa con ese ritmo goleador en los años que le quedan en el fútbol.
“Por más que algunos quieran restarle méritos, van a tener que escuchar que Mambo Núñez es el goleador histórico de Costa Rica y esperemos que sea así por muchos años; cuando se rompa, sé que los récords son para eso, y estaré feliz cuando alguien lo logre, porque ese alguien quiso romperlo y así se alejó de cosas malas. Será reconfortante, espero estar vivo para disfrutarlo también”.