Lee Harvey Oswald solo fue un fugitivo durante una hora y veinte minutos, pues a la 1:50 p. m. del 22 de noviembre de 1963, el joven de 24 años ya estaba en manos de la ley.
Aquel viernes, a las 12:30 p. m., el hombre nacido en Luisiana, Estados Unidos, se asomó por la ventana del sexto piso del Depósito de Textos Escolares de Texas y disparó tres veces en dirección al carro donde viajaba John F. Kennedy, el cual avanzaba a escasos metros de distancia.
Si bien el trasfondo de la escena ha sido motivo de polémica histórica, los dedos acusadores y un grupo de testigos oculares señalaron desde el inicio a aquel sujeto delgado, de cabellera escasa y camiseta blanca, como la persona que apuntó al vehículo en movimiento y luego escapó a toda prisa de la escena del crimen.
Oswald tenía excelente puntería, o al menos eso decían sus calificaciones de sus días como marine . Era francotirador, un puesto en donde habría brillado más de no ser por su comportamiento inconstante, que lo llevó dos veces a las cortes marciales en Japón: la primera, por un accidente con un arma que portaba sin permisos y la otra, por una trifulca en un bar.
La relación del joven con el arma implicada en el asesinato del gobernante se comprobaría después, cuando la policía descubrió una foto suya en la que sostenía con orgullo el rifle y una pistola calibre 38, en una escena tomada en el jardín de su casa por su esposa, la rusa Marina Prusakova.
Volviendo a aquel 22 de noviembre, la ruta de escape de Oswald concluyó en el Teatro Texas, en Oak Cliff, Dallas, donde intentó esconderse infructuosamente y fue reportado a la policía tras haber ingresado sin pagar la entrada.
Para entonces ya se había enfrentado al oficial J. D. Tippit, a quien ultimó de cuatro disparos, e intentó responder de la misma forma en el operativo de su arresto, aunque esta vez el gatillo se quedó atorado, para suerte del policía Nick McDonald, quien se encontraba en la mirilla del sujeto.
¿Quién era aquel hombre que se volvió el dolor de cabeza de la policía de Dallas e impactó al mundo entero aquel viernes?
Lee Harvey Oswald nació el 18 de octubre de 1939. Su padre había muerto dos meses antes de un paro cardíaco y, poco después, su madre Marguerite, al verse soltera con tres hijos, decidió enviarlos a todos a un orfanato.
Con un esposo nuevo, Marguerite se llevó a la familia a Bronx, en Nueva York, donde Lee Harvey, el menor de los tres hermanos, se acostumbró a velar por sí mismo, expuesto a días solitarios en los que pasaba la mayor parte de sus horas de ocio leyendo en la biblioteca.
En el colegio, el muchacho tenía fama de malcriado y de provocador. El orientador de la institución lo puso en observación psiquiátrica y, más tarde, lo calificó como “un inadaptado social al que parece no importarle nadie”. Sin embargo, el actor Will Rothhaar –quien lo interpreta en la reciente película para televisión Killing Kennedy – investigó en profundidad su vida y opina: “Era un tipo inteligente, eficaz en el trabajo y maravilloso con los niños, los suyos y los de su barrio, lo que muestra que en el fondo, era un tipo amable”.
El ‘marine’ comunista
De vuelta en Nueva Orleans, el joven se hizo un ávido lector de textos socialistas. Y, aunque parezca extraño, al mismo tiempo fue enlistado como marine en un cargo en el que duró tres años. Fue dado de baja en 1959 en Moscú, tras solicitárselo a su supervisor.
Luego, Lee Harvey permaneció por un tiempo en Minsk trabajando en una fábrica de artículos electrónicos. Trató de aprender ruso por cuenta propia; en plena Guerra Fría hablaba bien de Marx y de la Unión Soviética, pero su comportamiento como estadounidense en tierras rusas resultaba tan sospechoso que incluso su permanencia fue motivo de cercana vigilancia por parte de la KGB.
En abril de 1961, se casó con Prusakova, pero tiempo después la pareja se decepcionó de la vida en Rusia, y optó por cruzar el charco hasta Estados Unidos con su primera hija. Su nuevo domicilio fue Dallas.
La afición de Oswald por el comunismo no mermó. Lejos de Rusia, ahora el joven tenía su mirada puesta en Cuba. Distribuía panfletos en favor de Fidel Castro e incluso llegó a pelearse a puño cerrado con manifestantes estadounidenses anticastristas. Había algo que tenía claro: no quería quedarse en su país de nacimiento, pero los intentos por salir hacia un destino comunista fueron infructuosos, pues en abril de 1963 le negaron los permisos para viajar a La Habana o regresar a Moscú.
James W. Clarke , autor del libro Asesinos americanos: el lado más oscuro de la política opina sobre Oswald: “Después de que sus esfuerzos de migrar a Cuba fueran bloqueados por el gobierno cubano, él decidió hacer algo extremo y matar al presidente Kennedy. Les demostraría a los cubanos que él podía acallar a un archienemigo de Cuba y de Fidel Castro”.
La Comisión Warren , encargada de investigar el asesinato de Kennedy, nunca determinó cuáles fueron las motivaciones que llevaron a Lee Harvey a dispararle al mandatario. “Estaba siempre molesto con el mundo a su alrededor. Mucho antes del asesinato, expresó su odio hacia la sociedad estadounidense”, dice el informe.
“¡Yo no he matado al presidente Kennedy! ¡Yo no he matado a nadie! No sé nada acerca de eso”, gritaba el joven mientras era entrevistado tras su arresto. Dos días después, mientras era escoltado afuera de una comisaría policial, Jack Ruby, propietario de un club nocturno en Dallas, se acercó al hombre esposado y le disparó en el pecho , supuestamente para vengar la muerte de Kennedy.
Horas después de ser herido, el joven fue trasladado al hospital Parkland Memorial, donde fue atendido por el mismo doctor que trató de salvar a JFK dos días antes.
El asesinato del homicida generó sospechas sobre una posible conspiración en la que Ruby estaría involucrado y, de la cual Lee Harvey era apenas un títere. En 1979, el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos insinuó que pudo haber un complot y que Oswald tal vez no actuó solo aquel 22 de noviembre.