Las imágenes de la dama intachable con vestidos, pantimedias y sombreros de ala larga se han desteñido. El paso de los años parece haber lavado la tinta del sello que las esposas de los presidentes le imprimían a su paso por Zapote.
Costa Rica lleva ocho años con la oficina de la Primera Dama transformada, sin mucho aspaviento, en el despacho de Apoyo Social. No hubo nadie que ostentara ese título.
Hoy, solo uno de los tres aspirantes presidenciales con mayor intención de voto –según la última encuesta de Unimer– es casado: Johnny Araya. José María Villalta vive en unión libre y Otto Guevara llega a su cuarta campaña de la mano de una novia distinta.
“En ninguna de las candidaturas que tienen alguna posibilidad se ha utilizado la familia para hacer proselitismo. No mencionan a los hijos del candidato, no hay tomas de la vida familiar del candidato. Esto refleja un cambio; parece que al costarricense eso ya no le llega”, razona el historiador Carlos Cascante.
”Muchos decidimos divorciarnos o tenemos una visión distinta de la familia. Hay otro elemento, aunado a eso, que es el surgimiento de un grupo lésbico gay muy fuerte para el que esas imágenes más bien serían contraproducentes”, continuó .
El término “primera dama” surgió en Estados Unidos, y adquirió preponderancia durante la Segunda Guerra Mundial con el rol desempeñado por Eleanor Roosevelt, una mujer que destacó por el manejo de las relaciones internacionales.
En la historia costarricense, la primera cónyuge presidencial que se involucró en la política fue Yvonne Clays, entonces esposa de Rafael Ángel Calderón Guardia.
“Era una persona muy influyente en el campo político y se convirtió en la primera mujer que realizó funciones diplomáticas por las relaciones cercanas que tenía con ciertos personeros del gobierno de los Estados Unidos”, reseña Cascante.
Varios tipos
Desde entonces, cada primera dama ha dado una personalidad distinta a este papel, algunas con injerencia en los asuntos de alcance nacional, y otras con una función meramente simbólica.
La politóloga Juany Guzmán, del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, identifica tres tipos de primeras damas en el país. El primero de ellos involucra una función de acompañante del mandatario, como fue el caso de Leila Rodríguez, en el gobierno de Abel Pacheco.
El más común es el de la esposa del presidente que se involucra en los asuntos sociales, como las de los años 70, quienes precedieron a Margarita Penón. Por último, están las que se implican en políticas públicas, un papel que, en criterio de Guzmán, jugaron Penón, Gloria Bejarano y Josette Altmann.
Hoy, estas labores ya no constituyen una obligación o un compromiso, ni siquiera para Michelle Obama, una de las más célebres primeras damas del mundo. Una encuesta para la red televisiva estadounidense C-SPAN reveló hace un año que el 65% de la población considera aceptable que la esposa del presidente tenga su propio trabajo , lejos de la Casa Blanca.
“Tiene más que ver con la personalidad de ellas y con sus opciones personales, que con la figura misma de la primera dama”, analiza la socióloga Montserrat Sagot, quien opina que el concepto de primera dama ha perdido vigencia histórica. “Esa figura ya es del pasado. Ya no son extensiones ni adornos de su marido”, añadió