Hace 77 años una mujer hizo historia en Alemania; no por sus avances científicos, sino porque su ciencia fue obligada a detenerse. La tesis doctoral de la destacada neonatóloga alemana Ingeborg Syllm Rapoport fue descalificada por causa de sus orígenes judíos.
Con una sonrisa resplandeciente y la piel agrietada por el paso del tiempo, este martes Rapoport volvió a hacer historia al recibir finalmente su diploma a la edad de 102 años y convertirse así en la persona de mayor edad en recibir el título doctoral, según The Washington Post.
Nacida en 1912, la descendiente judía estudió en Hamburgo y trabajó como médico asistente en el hospital israelita de la ciudad entre 1937 y 1938, lapso durante el cual escribió su tesis de doctorado consagrada a la difteria, la enfermedad que lideraba las causas de muerte entre niños de Estados Unidos y Europa.
A sus 25 años, y cuando ya Adolfo Hitler llevaba un lustro en el poder, Rapoport remitió su tesis a la Universidad de Hamburgo. Los funcionarios de ese centro académico marcaron con una raya amarilla sus formularios para la aplicación de la prueba oral, y la calificaron como inelegible para el grado académico.
Desde 1933, los nazis habían comenzado a privar de derechos a los judíos y los expulsaron de escuelas, colegios y universidades, antes de comenzar las capturas sistemáticas para enviarlos a los campos de concentración y exterminio.
Rapoport nunca pudo sostener su tesis ante un jurado en su natal Alemania, puesto que las autoridades universitarias nacional-socialistas se lo impidieron “en aplicación de las leyes raciales vigentes”.
Su entonces profesor Rudolf Degkwit escribió en una carta que él hubiera aceptado el estudio de Rapoport sobre la difteria, de no haber sido por las normas nazis que se lo impedían.
“Mis aspiraciones médicas se hicieron trizas”, alegó Rapoport. “Fue una lástima y una vergüenza para Alemania”.
En 1938, logró emigrar a Estados Unidos para completar su sueño. “Me sentí expulsada de mi propio hogar. Aquí se quedaba toda mi familia y yo me iba tan solo con 38 marcos en el bolsillo”, recuerda durante una entrevista para el diario español El País .
Tras aplicar en diferentes universidades, por fin consiguió terminar su doctorado en Filadelfia. Ahí comenzó a trabajar como pediatra y conoció a su marido, el socialista Samuel Mitja Rapoport (fallecido en el 2004), con el cual tuvo cuatro hijos.
Sin embargo, la cacería de brujas emprendida por el senador Joseph McCarthy le volvió a pasar la factura. En tierra norteamericana no se aceptaban las simpatías comunistas de la pareja.
La pediatra y su esposo decidieron trasladarse al Viejo Continente, primero a Austria y, en 1952, a la República Democrática Alemana. A finales de los 60, Rapoport se convirtió en la primera jefa del departamento de neonatología del Hospital Universitario Charité, en Berlín.
Consternado por la injusticia a la que había sido sometida esta mujer, el decano de la Facultad de Medicina de Hamburgo le propuso hacer lo posible por recuperar su doctorado.
Rapoport, que ahora está prácticamente ciega, se veía imposibilitada para investigar los avances médicos desde su retiro como neonatóloga. Para ponerse al día, recibió la ayuda de varios de sus colegas.
“Nadie ha regalado a Rapoport el doctorado que está a punto de recibir. La Universidad le ofrecía un título honorífico, pero esa solución no le convencía. Si lo hacía, debía ser con todas las de la ley”, apunta El País .
El 15 de mayo, con más de un siglo de vida, la alemana defendió su tesis ante un jurado integrado por tres profesores que viajaron desde Hamburgo al apartamento de Rapoport, en Berlín, en un barrio antiguo reservado a artistas e intelectuales a los que el régimen de entonces privilegiaba.
Su examen oral fue “brillante, y no solo por tratarse de una persona de su edad” , dijo la decana de la Facultad de Medicina, Uwe Koch-Gromus. “Nos impresionó su lucidez intelectual y nos dejó atónitos su conocimiento, incluso de la medicina moderna” , añadió.
En su discurso de aceptación del título, Rapoport enfatizó que este último esfuerzo no lo hizo para beneficio propio, pues, a su edad, el título ya no le sirve de nada. Era más bien un asunto de principios, una manera de redimir a quienes sufrieron del Tercer Reich.
“Después de 80 años, fue posible restaurar la justicia en cierta medida” , dijo el director del hospital universitario Hambourg-Eppendorf Burkhard Goeke. “No podemos deshacer las injusticias , pero nuestra comprensión del pasado forma nuestra perspectiva para el futuro”. revistadominical@nacion.com