A más de 170 kilómetros de la casa en la que vive la familia de Murtaza Ahmadi está Kabul, la capital de Afganistán, donde se encuentra el Estadio Nacional de Afganistán, cuya cancha de fútbol durante un tiempo careció de césped , pues la sangre que se mezclaba con la tierra no ayudaba a la fertilidad.
Al igual que el resto del país, desgarrado por la guerra que oficialmente concluyó en 2014, el estadio se convirtió en un ícono de la esperanza cuando las armas de los talibanes finalmente reposaron y los ciudadanos lograron devolverle la vida al inmueble, usándolo para lo que originalmente se fundó: para jugar fútbol –uno de los deportes más populares entre los afganos–, no para ejecutar ni lapidar a traidores.
En un distrito en la provincia de Ghazni, a 170 kilómetros del campo de juego en el que los Leones de Korasán (como se le conoce a la selección de fútbol afgana) compiten por goles contra otros países del área, Murtaza Ahmadi corre bajo la lluvia por un pastizal, vistiendo una bolsa de plástico de franjas blancas y celestes, encima de la cual su hermano Homayoun escribió, con un rotulador (o un pilot ), el apellido Messi y el número 10.
Así como el estadio en Kabul se transformó en un símbolo de esperanza para una sociedad que se acostumbró a ver en el aforo la regularidad de la muerte, Murtaza –un niño de cinco años– hizo lo mismo a lo externo de Afganistán, cuando circuló por las redes sociales del mundo una fotografía que le tomó su hermano con la camiseta improvisada de Argentina.
La imagen fue compartida en medios digitales y llegó hasta al astro argentino del fútbol al que Murtaza admira tanto que le bastaba con ver su apellido y su número sobre una bolsa cualquiera de plástico para sentirse como un Messi en potencia.
Un 'messiano' remoto
Según los reportes que generó la historia –un relato perfectamente conmovedor que se compartió a lo largo y ancho porque el público necesita ‘buenas noticias’–, Murtaza es parte de una familia pobre que vive en el distrito Joghori, en una casa que sobrevive gracias a la electricidad solar.
Esos páneles que capturan la luz del Sol y la convierten en energía hacen posible que el televisor que hay en el hogar encienda y que, a través de esa pantalla chica, Ahmadi pudiese observar a Messi en acción. Desde entonces, el niño ha sido fan a muerte del argentino.
“Murtaza me pidió muchas veces que le comprara una camiseta de Messi. Yo no podía comprársela”, contó Arif Ahmadi, padre del niño, en una entrevista realizada luego de que su hijo se proyectara en pantallas de todo el planeta. “Después, su hermano le hizo la camiseta con una bolsa de plástico y compartió la foto en Facebook”, añadió el padre.
Su tío, Azim Ahmadi, manifestó que Murtaza “es un niño lindo y ama muchísimo el fútbol”. “Ama a Messi y a Ronaldo, pero más a Messi”, agregó. Uno de sus tíos, de hecho, vive en Australia y vio la foto de su sobrino circulando en todo lado, y fue quien ayudó a identificar al menor, razón por la cual Murtaza está ahora muy cerca de conocer a su héroe.
Después de que la imagen conquistase el corazón de la Internet, el equipo de relaciones públicas de la organización caritativa Fundación Leo Messi se puso en contacto con la Federación Afgana de Fútbol, para concretar una cita entre el astro albiceleste, ya sea en Barcelona o en Afganistán. La embajada española está lista para concederle visas a él y a su familia para cumplir el sueño.
Tras el debate de dónde formalizar el encuentro, los organizadores anunciaron que Messi y Murtaza se darán la mano en el Camp Nou, en Barcelona, en una fecha que no ha sido anunciada, probablemente por cuestiones de seguridad, pues la noticia ha llamado mucho la atención de los medios afganos, no solo los occidentales.
No es la primera vez que Messi se solidariza con sus fans en desventaja: en 2011, el argentino pateó el balón junto a un niño de diez años al que le amputaron la pierna, y un año después jugó a la pelota con un niño que nació sin pies. Además, con su fundación de caridad ha ayudado a miles de niños a conseguir educación y salud.
Tras la agonía
Los regalos para Murtaza Ahmadi no se hicieron esperar: esta semana, Murtaza fue invitado al Estadio Nacional de Afganistán, donde le regalaron el uniforme completo del Barcelona. Según algunos medios, cuando le iban a tomar fotos con su nuevo uniforme (el que siempre quiso), el niño prefirió posar con la camiseta de plástico que le hizo su hermano, la que le consiguió todo lo que nunca imaginó.
En las imágenes se ve un campo lleno de césped apropiado para un juego de fútbol, un lujo que parecía lejano hace 10 años, cuando Osama bin Laden seguía vivo y la milicia talibán utilizaba el estadio para decapitar a cualquier persona que se interpusiera con el ideal terrorista. Muerto Bin Laden y su séquito de radicales, los afganos tuvieron que colocar más capas de tierra para provocar que ese césped creciera, pues el río de sangre no lo permitía.
“Durante los días de los talibanes este estadio fue utilizado para cosas terribles, y hoy ha empezado el renacimiento. Es un día muy positivo para Afganistán”, dijo un embajador en 2011, cuando inauguraron de nuevo el recinto. Dentro de unos diez años, tal vez, Murtaza pueda jugar en ese campo, con la bendición de Messi.