Desde los 17 años, el herediano Julián Calderón se calzó sus zapatillas de ballet para salir a recorrer el mundo. Su peregrinaje empezó en Venezuela, pero pronto pasaría a Estados Unidos, Cuba, Francia, Alemania, Perú, Egipto...
En el ballet clásico costarricense, escasas figuras alcanzaron la prominencia internacional de Calderón.
Nació el 11 de enero de 1930 y sus primeros estudios los realizó con Margarita Bertheau. Afinó su talento en Caracas durante cuatro años, bajo la égida de Nena Coronil. En Estados Unidos siguió estudiando en el New York Ballet Theatre y el American Ballet School con prestigiosos maestros rusos y estadounidenses.
Uno de sus grandes logros, en los años 50, fue bailar en el Ballet del Marqués de Cuevas, en Francia, que por aquellos años era una de las compañías más prestigiosas. También danzó en el Ballet de la Ópera de Berlín y el de Burdeos. Dirigiría la Compañía de Ballet Nacional de El Cairo y la Escuela de Ballet de Bellas Artes en Managua.
En los años 70, de vuelta en Costa Rica, se incorporó como profesor a la Escuela de Danza de la Universidad Nacional y a la Compañía Nacional de Danza, que empezaban a dar sus primeros pasos.
No obstante, cuando falleció, en agosto, poco se sabía de su vida. Si bien había presentado su célebre coreografía Orfeo en el 2008, con Margarita Peralta como estrella, sus últimos años pasaron en relativo silencio.
Sus alumnos lo recuerdan como un hombre de carácter duro y una forma de enseñar muy estricta; enamorado del ballet, quería verlo interpretado a la perfección, con apego a la técnica y el oficio. De porte elegante y cálida actitud, trabajó con reconocidos artistas como Marco Lemaire, Patricia Carreras y Nandayure Harley, entre otros.
Continuaba visitando la escuela, atento al desempeño de nuevas generaciones de artistas: se asomaba a las aulas, corregía posturas, ofrecía consejos, felicitaba. Vivió con la danza hasta el final.
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