Tania Head siempre estaba allí para repetir, una y otra vez, el conmovedor relato de cómo había sobrevivido a la destrucción de las Torres Gemelas, el 11 de setiembre del 2001.
Con lujo de detalles, relató más de una vez a los medios que ella, pese a haber estado en los últimos pisos de la torre sur, logró salvar su vida. No así su prometido, quien murió en la torre norte del World Trade Center.
La historia era inventada. Aún así, Tania logró convencer a tantos que llegó a ser presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center y una de las voceras más buscadas por los periodistas. Mintió, además, cuando dijo que tenía estudios en Harvard, y que había participado en los grupos de ayuda durante el
El perfil de esta mujer calza en el del mentiroso compulsivo, y es uno de los casos más citados cuando los especialistas en psicología o psiquiatría hablan sobre la mitomanía o tendencia a mentir reiteradamente.
Aquí no se trata de mentiritas blancas, negras o grises. La mentira es una sola, y va más allá de ser el octavo mandamiento que Dios le dio a Moisés al entregarle las tablas de la ley.
Un mentiroso compulsivo o mitómano, padece ese irresistible deseo de deformar la realidad para llamar la atención de otros. Tiene, por lo tanto, una muy baja autoestima, por lo que mentir se le convierte en una estrategia para transformarse en “alguien” valorado por otros.
El mentiroso compulsivo muy pocas veces logra tener control sobre las mentiras que dice. Por eso, afectará no solo su vida sino la de todas las personas que están a su alrededor. De ahí la necesidad de que busque ayuda con un especialista, para lograr controlar esos impulsos con terapias conductuales.
“Es un trastorno del control de impulsos, donde la persona siente la confusión de decir mentiras, las cuales normalmente tienden a inflar su ego y el sujeto termina por creerse lo que él se ha inventado de sí mismo”, explica en BBC Mundo el psiquiatra Daniel Gutiérrez.
Generalmente, son personas muy inteligentes porque requieren mantener cierta coherencia en lo que dicen. La semilla de este trastorno está, muy probablemente, en la infancia, asegura el psicólogo Luis Catalán en el diario español
“Cuando (la mentira) alcanza un alto grado, genera una ansiedad y una emoción que lleva a seguir mintiendo y a crear una falsedad en la vida hasta rozar lo delictivo. Es cuando se puede definir como un trastorno de personalidad o incluso un delirio”, añade el psicólogo.
Aunque parezca un juego, no lo es. La vida del mentiroso se puede ir por un guindo si no busca ayuda. El mitómano termina encarando su falta de credibilidad ante los otros y, muy probablemente, sus historias inventadas le reventarán en la cara. No hay una única respuesta cuando se cuestiona si la mitomanía se hereda o se aprende.
Algunos especialistas dicen que es una suma de factores: es posible que el mentiroso herede algún trastorno de personalidad que incluya entre sus síntomas mentir. La conducta se puede aprender a través del ejemplo de otros; por lo general, algún familiar cercano.
Lo cierto es que, más tarde o más temprano, la mentira sale a relucir. Que lo diga Christophe Rocancourt, hoy encarcelado en Canadá por estafador. Este joven francés, engañó a muchos haciéndose pasar por familiar de los multimillonarios Rockefeller, entre muchas otras falsedades. Pero, como dicen, para verdades el tiempo. Al igual que Tania, acabó vergonzosamente desenmascarado.