Siempre que se levante la vista al firmamento se mirará al pasado: por el tiempo que tarda la luz de las estrellas en llegar a la Tierra, nunca las veremos en “tiempo real”. Al Sol, por ejemplo, lo vemos como fue hace ocho minutos.
Escudriñar en el cielo es, pues, una forma de viajar al pasado..., y a pasados muy, muy lejanos.
Como si fuesen arqueólogos del cosmos, científicos de las universidades de Birmingham (Reino Unido), Iowa (EE. UU.) y Sídney (Australia) descubrieron la estrella más antigua jamás hallada en la Vía Láctea: Kepler -444, que se formó hace unos 11.200 millones de años.
Ellos se dedicaron durante cuatro años a analizar los datos enviados por el telescopio orbital Kepler, lanzado por la NASA en marzo del 2009.
De acuerdo con cálculos científicos, el Universo (que se estima tiene 13.800 millones de años de edad) solo existía en un 20% cuando esta antigualla celeste apareció.
El Sol de nuestro sistema solar tiene apenas 4.500 millones de años; en otras palabras, es casi dos veces y media más joven que Kepler -444.
Se encuentra a 117 millones años luz de nuestro planeta. Un año luz (medida de distancia, no de tiempo) es el equivalente a 9.460.730 millones de kilómetros.
Tal descubrimiento se publicó, la semana pasada, en la revista especializada The Astrophysical Journal.
“El telescopio descubrió una luz muy brillante que resultó ser la estrella y que puede ser vista fácilmente sin binoculares”, resaltó Steve Kawaler, de la Universidad de Iowa, acerca de esta estrella.
El nombre se le dio en homenaje a Johannes Kepler (1571-1630), matemático y astrónomo alemán que descubrió las tres leyes del movimiento de los planetas.
La primera de ellas dicta que las órbitas planetarias son elípticas, no circulares.
Edades
A esta estrella, la orbitan cinco planetas, todos más pequeños que el nuestro; más bien, son del tamaño de Venus y Mercurio, los más cercanos al Sol.
Es una “enana naranja”, 25% más pequeña que el Sol y, por lo tanto, más “fría”.
Una “enana naranja” daría una mayor oportunidad a que apareciera alguna forma de vida, pues puede permanecer estable por unos 30.000 millones de años; el doble del Sol nuestro.
“Nunca hemos visto nada igual. Una estrella tan vieja con un número tan alto de pequeños planetas; esto la hace muy especial”, expresó Daniel Huber, de la Universidad de Birmingham, otro de los investigadores,
Gracias a Kepler -444 se pudo determinar que la formación de planetas –de tamaños similares al nuestro– empezó casi con la formación del Universo.
El diario español El Mundo , citando el documento de los científicos, asegura que este hallazgo abrió la posibilidad de que, muy antiguamente, haya habido vida en la Vía Láctea.
“Cuando la Tierra se formó, los planetas de ese sistema ya eran mas viejos de lo que la Tierra es en la actualidad”, declaró Tiago Campante, el investigador principal al sitio web de la revista Muy Interesante.
Se estima que estos planetas tardan menos de 10 días en completar una órbita. Este sería “el año” de esos cuerpos celestes (la Tierra, recordemos, tarda 365 días).
La cercanía de esos planetas a su sol, los haría un infierno y, por lo tanto, inviables para la vida.
Sin embargo, el hallazgo abre nuevas perspectivas acerca de la posibilidad encontrar vida en otros lados.
“El nuevo sistema solar muestra que los planetas rocosos como la Tierra, en los que se supone que pudieron crecer los seres vivos, empezaron a aparecer hace ya muchos miles de millones de años, más que los que separan los primeros microorganismos terrestres de los primates que empezaron a estudiar el cielo”, escribió Daniel Mediavilla en El País de España.
Para el profesor Daniel Huber, es un paso a encontrar el “Santo Grial astronómico” (referencia a a una reliquia de la cristiandad, que dio pie a muchas leyendas y buscada en la primera película de Indiana Jones).
Este es: “Descubrir un planeta similar en tamaño a la Tierra, que se tome más o menos un año en orbitar alrededor de una estrella que se parezca a nuestro Sol”.