ACTUALIZACIÓN: Tras el cierre de esta nota trascendió que cocodrilos habrían mutilado el cuerpo de una segunda víctima, a poco más de una semana de diferencia del accidente en el río Tárcoles, aunque esta vez en el río Tempisque. El cuerpo fue hallado el jueves 8 de mayo en Filadelfia, de Carrillo de Guanacaste.
Osama bin-Laden pesa 600 kilos y mide seis metros. Es el cocodrilo más agresivo y respetado del río. Su nombre obedece a que difícilmente se deja ver.
A diferencia del universo humano, en el mundo de los reptiles del Tárcoles, ni Barack Obama –llamado de esa forma por el tono oscuro de sus escamas– se atreve a meterse con él.
También está Shakira –una hembra que mueve la cola en exceso–, JLo –hembra de cola grande– y hasta Justin Bieber –un macho joven que siempre anda metido en problemas.
El encargado de bautizarlos fue Jason Vargas Agüero, quien también responde a un apodo: el [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20140509_0005]]Cocodrilo Man[[END:INLINEREF]].
Desde hace 14 años, Jason da un tour en el río, en donde lleva a los viajeros a bordo de una lancha para que vean a los animales en su hábitat.
Los cocodrilos flotan y rodean la embarcación, se está a centímetros de sus colmillos y, por si fuera poco, Jason juega con ellos, los toca y con un pedazo de trapo –que a ellos les parece comida– les hace abrir y cerrar las fauces como si estuvieran prestos a triturar a una presa.
Todo esto sucede en el mismo río donde hace menos de 15 días (el 29 de abril), unos 20 cocodrilos devoraron a un hombre, quien, en estado de ebriedad, se metió a bañarse cerca del puente del Tárcoles, carretera a Jacó.
Jason cataloga lo sucedido como algo excepcional. Él fue llamado por la Cruz Roja para ayudar con la recuperación del cuerpo, pero lo que encontró fue macabro.
La aventura
El Cocodrilo Man se baja de la lancha y camina por un terreno enlodado. El agua le llega a las rodillas y dos cocodrilos merodean. Uno de ellos se acerca, impulsándose con la cola, un movimiento que desata el suspenso. El reptil está a un metro de Jason; saca su cabeza del agua y el público –los turistas de la lancha– se queda mudo. Celulares, tabletas y cámaras empiezan a capturar aquella escena.
Jason lo baila con el trapo: le pone el pedazo de tela un metro arriba del hocico y el cocodrilo salta para atraparlo pero el hombre se lo quita. El público podría gritar “¡ole!”, pero la tensión dramática no lo permite.
Todo parece estar controlado y todos saben que Jason ha hecho eso cientos de veces, pero en el grupo surge el temor de que suceda una tragedia. Jason repite la maroma una, dos, tres veces...
La tensión es insoportable. La gente quiere que el Cocodrilo Man regrese a la lancha. “It’s enough!” (“¡Basta ya, es suficiente!”), dice con voz fuerte un estadounidense texano que parece el gemelo de Larry David (creador de Seinfield ).
“Para hacer esto, se requieren cuatro cosas: conocer bien a los cocodrilos, respetarlos, tener coraje y estar un poco loco”, dice Jason, de 36 años, quien es oriundo de la zona.
Todo comenzó con la idea de generar ingresos en la región, pues las fuentes de empleo escasean en el Pacífico Central. Por allá, todo se mueve gracias al turismo. Jason y unos amigos empezaron a darle de comer a los cocodrilos con una soga; más tarde, lo hicieron sin esta, hasta que finalmente lograron hacerlo con la mano.
Luego, con la reforma a la Ley de Vida Silvestre, en el 2012, se instauró la prohibición de alimentar animales salvajes, lo cual los obligó a emplear un viejo trapo como señuelo.
Dice Jason que no le da miedo y que la adrenalina –a medida que se van acumulando años de hacer lo mismo– comienza a disminuir. Pero, alerta, que nunca hay que confiarse.
“Esto no lo puede hacer cualquiera; hay que estudiar a los cocodrilos porque tienen sensores. Si uno toca el agua, ellos sienten las vibraciones, son muy territoriales y, en época de apareamiento, muy agresivos”.
Así como Cocodrilo Man, hay otros tres operadoras turísticos que dan un show similar; en total, hay unas 20 embarcaciones y se realizan varias excursiones todos los días. El precio ronda los $30 (poco menos de ¢17.000).
Jason calcula que hay 200 cocodrilos en los 118 kilómetros del río, mas el Sistema Nacional de Áreas de Conservación estima que únicamente hay 65, y que están concentrados en un radio de ocho kilómetros.
Tornado
Durante el viaje en que acompañamos a Jason, viajaba en la lancha un grupo de texanos (entre ellos, el clon de Larry David ), que cumplían con el estereotipo de turista gringo: piel blanca, cabello rubio o canoso, bermudas y cámara colgando del cuello; una pareja de Carolina del Sur con su pequeño hijo, una española y un holandés.
Desde que la lancha sale del muelle, comienza la aventura: expectativa, asombro, temor... porque nunca se deja de temer un ataque de cocodrilos, pese a la certeza de que el viaje es seguro.
La lancha se detiene al lado de Tornado, un imponente reptil que, narra Jason, en una ocasión dio un salto a la orilla y atrapó a un becerro. En el aire, hizo “el giro de la muerte”: un violento movimiento mandibular con el que asegura a su presa.
Con tal historia, a cualquiera se le vienen a la mente películas del estilo de Lake Placid , Black Water o Cocodrilo , en las que un reptil asesino acecha a una embarcación. Entonces, irremediablemente, la mente divaga y piensa: “¿a quién mataría primero Tornado: ¿a los tejanos?, ¿al conductor de la lancha?, ¿al taxista que llevó al holandés y a la española a Puntarenas y luego se coló en el tour?, ¿al periodista?”
La causa por la cual el cocodrilo no ataca a la lancha es porque la estructura le resulta intimidante y la considera una amenaza. Muy diferente es si un humano cae al agua, pues sería una presa fácil. Por ello, una de las reglas de oro del tour es no sacar ni siquiera las manos de la lancha.
Famoso
El Cocodrilo Man ha aparecido en programas de National Geographic, Animal Planet y de la televisión mexicana y francesa. Nunca nadie ha objetado su labor y él tampoco se ha llevado ningún susto. De hecho, son pocas las historias de ataques de cocodrilos; de ahí que lo sucedido el 29 de abril fuera impactante.
“Yo me fui con mi hermano a buscar el cuerpo. Íbamos a quitárselo a los bichos, a punta de garrote o como fuera, pero qué va…”. Lo que encontró Jason fue un espectáculo dantesco. Él no escatima en los detalles, pero nosotros sí lo haremos.
Esta no ha sido la primera experiencia que ha tenido el guía con tragedias en las que una persona termina como presa de los reptiles. Hace seis años, recuerda Cocodrilo Man , unos mafiosos dejaron caer un cuerpo en el puente. Él acompañó a los funcionarios de Medicatura forense a tratar de recuperarlo. En esa ocasión, hicieron vomitar a los cocodrilos para hallar alguna pista.
Justo cuando va a terminar el recorrido, divisamos a Osama bin-Laden. La mitad de su cuerpo yace en la arena, tomando el sol, y la otra mitad, reposa en el agua.
Jason se acerca, lo intenta avispar; le toca la punta del hocico. Mas el animal parece un dinosaurio, un ser imperturbable.
Todos tememos una reacción repentina, un giro inesperado, un salto agresivo.
Cocodrilo Man se inclina un poco, y con la palma de la mano, levanta las fauces de Osama, como si le estuviera haciendo un cariñito... hasta que quedan frente a frente, ojo contra ojo. El cocodrilo ni se inmuta.