Dicen que la reputación es como la virginidad: solo se pierde una vez. Desde hace 50 años la alguna vez afamada casa disquera Decca carga con el dudoso honor de haber rechazado la vasija de oro que se encuentra al final del arcoíris: en marzo de 1962, luego de una audición realizada en enero, rechazaron a un cuarteto de Liverpool, que se hacía llamar los Beatles.
El rechazo al que sería el grupo más grande de la historia de la música, es considerado el error más grande de todos los tiempos en la industria musical.
Los muchachos de Liverpool, de la mano de su
Sin embargo, la ecuación que conmocionaría el mundo (desde entonces y hasta la fecha) aún no estaba completa: faltaba Ringo Starr –Pete Best era el baterista– y el quinteto se había transformado en cuarteto cuando
Encantado por el talento, la frescura y la energía desparramada en el escenario (casi nunca en sitios de buena reputación), Epstein estaba decidido a conseguirles un contrato de grabación a sus protegidos. Columbia, Pye, Philips y Oriole ni recibieron al dueño de una tienda de discos del norte de Inglaterra hecho
En 1961, los Beatles eran un fenómeno en Liverpool y la revista
Sin embargo, la tozudez de Epstein –y el factor de que su tienda tenía buenas ventas– y la mediación del periodista Tony Barrow –y el hecho de que escribiera notas de portada en los discos de Decca– hicieron posible una audición en Decca.
Dick Rowe, director de Artistas y Repertorio de la firma, accedió y, a finales de 1961, envió a Mike Smith, a escuchar al grupo a Liverpool. Este regresó impresionado y arregló una audición en Londres, para el 1.° de enero de 1962.
El 31 de diciembre, salieron de Liverpool John Lennon, Paul McCartney, George Harrison –estos dos aún menores de edad– y Pete Best. Viajaron en la camioneta de Neil Aspinall, quien vivía en la casa del último.
La travesía les tomó diez horas: Aspinall nunca había ido a Londres, y entre ese “detalle” y un fuerte nevada, se perdieron. Llegaron a las 10 p. m.
Mike Smith llegó tarde a la audición, lo que molestó a Brian: sintió un menosprecio.
Llevaba razón, pues ellos y sus muchachos eran vistos como unos provincianos, en primer lugar, y en segundo, la audición se realizaba solo debido a lo buen cliente que era Epstein de la disquera.
La sesión duró una hora, los muchachos no usaron sus amplificadores y los nervios los traicionaron. Por insistencia de Epstein, la mayor parte de las 15 canciones fueron “clásicos”.
Ese día también audicionó otro grupo: Brian Poole & The Tremeloes.
“Le dije a Mike que tendría que elegir entre los dos”, recordó Rowe en una de las mejores biografías del cuarteto:
“Ambos son buenos, pero unos son de aquí y los otros de Liverpool”, comentó Smith. “Al final decidimos que era preferible contratar al grupo local, ya que sería más fácil trabajar con ellos”, fue la sentencia de Rowe.
Brian se quedó atónito con la decisión y los muchachos se enfurecieron con él, pues lo culparon del fracaso por su majadería de los covers.
Con el ego destruido, el manejador exigió una reunión con Rowe, quien se negó a recibirlo, y Beecher Stevens, el director de mayoreo del sello, le dio el no final. Fue cuando Epstein advirtió que no les volvería a comprar discos. Mas cuando esto no resultó, pasó de la amenaza a la súplica: ofreció que si los grababan, compraría 3.000 discos de cualquier
Sin embargo, la decisión de Decca fue tajante: “Señor Epstein, los grupos de guitarras van de salida. Mejor dedíquese a los discos”. Así se consumó ese fatal error en la historia de la música.
En julio de ese 1962, alguien conectado con EMI los recomendó y esa disquera accedió a escucharlos. Los atendió George Martin, de Parlophone, la “hijastra” de EMI.
Así, en octubre de aquel año, salió a la venta el primer sencillo de los Beatles, con Love me Do, en la cara A, y