El diagnóstico fue demoledor e irrevocable. Con 33 años de edad, Marlise Muñoz estaba en muerte neurológica después de caer desmayada en el piso de su cocina en noviembre, por causa de lo que aparentemente fue una embolia pulmonar.
Pero cuando los padres y el esposo de Marlise se disponían a darle el último adiós en la unidad de cuidados intensivos del Hospital John Peter Smith, y así cumplir con el deseo expreso de ella de que nunca la mantuvieran con soporte vital, todos quedaron estupefactos: Marlise tenía 14 semanas de un embarazo del que nunca se enteró, y Texas es uno de los estados de ese país que, con diversos grados de rigurosidad, prohíbe a los médicos desconectar el soporte vital a una mujer embarazada.
Más de dos meses después, Muñoz sigue conectada a máquinas de soporte vital en el tercer piso de la unidad de cuidados intensivos, donde un equipo médico monitorea el latido del corazón del feto, que ahora se encuentra en su semana 20 de desarrollo.
Este caso se ha convertido en un extraño choque de la ley, la medicina, la ética del tratamiento al final de la vida y los asuntos en torno al aborto –cuándo empieza la vida y cómo se debe valorar– .
“No se trata de estar a favor o en contra del aborto”, dice Lynne Machado, de 60 años y madre de Marlise. “Se trata de que los deseos de nuestra hija no están siendo respetados por el estado de Texas”, afirmó.
El padre de Marlise, Ernest Machado, un expolicía y veterano de la Fuerza Aérea, lo dijo de manera aún más franca. “Todo lo que ella es, consiste en ser portadora de un feto. No es nada más que eso”, manifestó. “Me encolerizo con el estado. ¿Por qué tienen que meterse en estas áreas? ¿Para qué practican la medicina en Austin (la capital del estado)?”.
Los padres de Marlise insisten en que quieren ver anulada la ley, aunque no han iniciado acciones legales contra el hospital.
Y el centro hospitalario sostiene que está obedeciendo la ley, aunque varios expertos en ética médica han dicho que creen que esa institución la está malinterpretando.
Un asunto crucial es si la ley aplica para pacientes embarazadas que tienen muerte cerebral, muy diferentes de aquellas que están en coma o en un estado vegetativo.
Por la ley
Al menos 31 estados de Estados Unidos han adoptado leyes que restringen la capacidad de los doctores para poner fin al soporte vital en embarazadas con males terminales, sin importar los deseos de la paciente o de la familia, según un informe del 2012 del Centro de Estudios de Políticas para Mujeres en Washington.
Texas se cuenta entre 12 de esos estados que tienen tales leyes restrictivas, que exigen que las máquinas continúen manteniendo la vida sin importar cuánto le falte al embarazo.
Expertos legales y éticos, mientras tanto, han dicho que están desconcertados por los conflictivos reportes sobre la condición de Marlise. La muerte cerebral, una ausencia de actividad neurológica, se puede determinar con claridad, expresan. Legalmente es muerte, aunque otras condiciones corporales se puedan mantener.
“Si está muerta, no veo cómo puede ser una paciente, y no veo cómo podamos estar hablando de opciones de tratamiento para ella”, dijo Thomas W. Mayo, un experto en leyes de atención médica y bioética de la facultad de Derecho de la Universidad Southern Methodist en Dallas.
Críticos de las acciones del hospital también hicieron notar que el feto no ha alcanza su punto de viabilidad fuera del vientre y que la madre tendría el derecho constitucional a un aborto.
Estas medidas restrictivas se tomaron en gran parte durante la década de 1980 y, según la abogada Katherine A. Taylor, especialista en bioética, “responden al objetivo de aliviar los remordimientos de la Iglesia Católica y otros similares”.
“Estas leyes en esencia niegan a las mujeres derechos que se otorgan a otros para dirigir la atención de la salud por adelantado y determinar cómo desean morir”, dijo Taylor. “La ley puede hacer a una mujer mantenerse viva para gestar el feto”.
Conflicto
En Texas, la ley y los esfuerzos del hospital por acatarla han obtenido apoyo entre los oponentes al aborto. “El niño nonato debería ser reconocido como una persona por separado”, comentó Joe Pojman, director ejecutivo de la Alianza por la Vida de Texas. Agregó: “Aunque ella tenga muerte cerebral, yo estoy a favor de continuar los tratamientos para permitir la supervivencia del niño”.
Otro que ha participado en este debate es Jeffrey P. Spike, profesor de ética clínica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Texas en Houston. Él ha ofrecido algunos ejemplos conocidos de fetos que se mantuvieron vivos mientras una madre en estado terminal por una enfermedad, o con muerte cerebral, estaba conectada a un respirador artificial.
Entretanto, los padres de Marlise y su esposo Erick Muñoz, de 26 años, siguen en el limbo, al tiempo que ellos y otros parientes ayudan a cuidar de Mateo, el hijo de un año y tres meses que ya tenía la pareja.
Tanto tiempo ha pasado, que el esposo debió regresar a su trabajo como bombero, pese a que continúa velando al lado de su mujer en el hospital.
Informaciones divulgadas esta semana revelaron que el desarrollo del feto es “claramente anormal”, al tiempo que la madre de Marlise espera desesperada que el hospital cambie de posición y finalmente respete el deseo de la familia. “Dijeron que cuando el feto llegara a las 22 ó 24 semanas, nos responderían” , contó ella.
No menor es la frustración del padre quien, en una de las visitas al centro médico, dijo llorando: “Se siente más como tocar un maniquí. Eso me hace muy difícil ir a verla. No quiero recordarla como una muñeca de hule”.
Nota de actualización: Después de cerrada nuestra edición impresa, trascendió que un juez de Texas ordenó, el viernes 24 de enero, que el hospital donde yacía Marlise Muñoz debía remover su soporte vital. El domingo 27, a las 11:30 a. m. Muñoz fue desconectada, según dieron a conocer sus abogados, pocas horas después de que personeros del hospital John Peter Smith anunciaran que harían caso a la orden del juez.