“Me hacían sentir que no debía estar en este mundo, que no pertenecía a ningún lado, que yo era una especie de accidente, que todo estaba mal conmigo. No entendía por qué tanta gente me maltrataba tanto”.
Fue solo después de varios segundos de silencio, que Douglas pudo contar cómo lo hacían sentir el
Fue un hostigamiento de parte de sus compañeros de
“Hasta en ese momento, empezó mi paz emocional. Fue a finales del año pasado”, asegura el muchacho, ahora de 18 años, quien prefirió no revelar su verdadero nombre.
Siempre lo molestaban y le decían cosas hirientes, pero la piedra que desató el terraplén fue una serie de correos electrónicos que le mandaban sus acosadores, amenazándolo. Con un lenguaje agresivo le decían “que no se iba a salvar”, que lo golpearían y le harían mucho daño.
“Al principio los ignoraba; después, cuando veía de quién venían los mensajes, los borraba sin leerlos. Pero luego fueron tan necios y tan violentos en lo que escribían que tuve que cerrar la cuenta de correo”.
Del incidente hay dos cosas que Douglas aún no se explica. La primera es que pese a que denunció lo sucedido y mostró los mensajes de odio que recibió a las autoridades de la institución educativa, estas no hicieron mayor cosa. No hubo reprimendas contra quienes los redactaron.
La otra, es que los tres muchachos que lo hostigaban, prácticamente no lo conocían, él no tenía una rivalidad ni problemas con ellos, ni siquiera les hablaba.
El ataque que orquestaron esos tres matones se denomina
Dicha forma de agresión es una nueva modalidad del
No se trata de hechos aislados; es un patrón de comportamiento que se registra entre escolares y colegiales; principal- mente entre los 9 y los 16 años. Es protagonizado tanto por hombres como por mujeres, sin distinción de clase social.
Además del cibernético, el
La jefa de la Contraloría de Derechos Estudiantiles del Ministerio de Educación Pública (MEP), Rocío Solís , informó que solo el año pasado recibieron 50 denuncias por
De todos esos casos, no hay ninguno de
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“El acoso cibernético es una realidad, un tema que merece nuestra mayor atención, es una gran preocupación”, sentenció la funcionaria del Ministerio.
Tal forma de abuso surgió con el auge de las nuevas tecnologías y con la facilidad de acceder a ellas. Hace unos 10 años, era difícil ver a un colegial con celular, una computadora portátil o una tableta, pero ahora es cada vez más común.
Utilizando dichas plataformas, es sencillo para los matones lanzar dardos y torpedos a sus víctimas. Ya ni siquiera tienen que estar cerca de ellos para molestarlos.
Otro atractivo es que el
Una de las técnicas de los “cibermatones” es, tal y como lo hicieron en el caso de Douglas, enviar correos electrónicos o mensajes de texto (vía celular) amenazantes o burlistas a sus víctimas.
No obstante, el medio de hostigamiento y agresión más popular es la red social Facebook. Allí se crean perfiles falsos de colegiales o páginas de odio en contra de algún estudiante, y se comparten fotos de la víctima, acompañadas de textos hirientes o vulgares.
Mauricio Fallas Mora, publicista de la agencia Repúblika Independiente y
Tal labor la asumió con el propósito de denunciar páginas que denigren a las personas menores de edad y poder brindar apoyo a las víctimas. Esto lo hace desde el perfil en Facebook del PANI y en coordinación con abogados, psicólogos y trabajadores sociales.
En el último año, el PANI ha logrado cerrar –por medio de la denuncia– un total de 60 páginas en Facebook relacionadas con hostigamiento estudiantil (
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“Son páginas destructivas en las que se
El psicólogo Jiménez, por su parte, explica que las formas de denigrar usadas en el
Por ejemplo, existen páginas de “tierrosas” y “tierrosos”, un término que implica suciedad y que se le achaca a jóvenes de baja condición económica o que viven en comunidades socialmente estigmatizadas.
Se critica su forma de vestir, sus gustos musicales y hasta la forma en que posan en las fotos; además, se les señala como personas con una vida sexual desordenada y promiscua.
En esos sitios, se utiliza un lenguaje tóxico: extremadamente vulgar, grotesco y chocante. En algunos se muestran fotografías de muchachos y muchachas de distintas zonas del país; otros son específicos, y se concentran en un colegio o comunidad en particular.
Pero ¿cómo llegan estas fotos a manos de los hostigadores, ¿cómo las consiguen?
En la mayoría de casos, las imágenes se toman sin autorización de los perfiles personales de los colegiales, explica Mauricio Fallas.
“Pueden ser fotos a las que manipulan y les cambian de contexto, por ejemplo, una muchacha que fue a la playa con la familia y se tomó una foto con la prima en vestido de baño, toman esa foto y le dan una connotación sexual”, especificó.
Lo cierto es que los
Para evitar esto, Fallas recomienda a los muchachos utilizar los filtros de seguridad y de privacidad de Facebook y reflexionar muy bien acerca de lo que van a colgar en la red.
“Hay que estar muy consciente de que todo lo que se sube a la red se queda en la red. No se desaparece, no se puede destruir. Por más que se quite a los minutos, ya esa imagen esta circulando”, sentenció.
También ocurre que una tercera persona –amigos que se pelearon, exnovias o exnovios– envía las fotos al administrador de una de estas páginas nocivas, como una forma de venganza.
De tal forma, fotografías que se tomaron en un contexto de confianza, algunas de ellas en son de broma; otras, en situaciones comprometedoras, se liberan en la red.
El psicólogo Jiménez resaltó que estas prácticas, las cuales surgen del resentimiento, el enojo o la envidia, están muy presentes en la adolescencia.
“Hablamos de una etapa muy compleja, de muchos temores, en que los muchachos y muchachas están compitiendo entre sí por reconocimiento social. Mucho se enfoca en su desempeño social: si son aceptados por el grupo, se crean alianzas,
“Un muchacho me agarraba de conejillo de indias y se burlaba de mí para volverse popular. Yo dejé que eso pasara, la gente se acostumbró y había un bloqueo social y hostigamiento. Esto hacía que la gente me rechazara sin siquiera haberme hablado”, cuenta Douglas, tratando de recordar cómo fue que comenzó todo.
Llamar la atención o buscar algún tipo de reconocimiento es precisamente la motivación de los
“Tienen insatisfacción con su imagen, arrastran una historia de abuso, han crecido en familias donde hay violencia. Por eso, sienten satisfacción al ejercer poder sobre una víctima” razona el experto.
Por lo general, las víctimas son chicos o chicas carentes de habilidades sociales para resolver conflictos, les cuesta defenderse, decir que no, poner un alto. En ocasiones, pueden ser estudiantes que gozan de la popularidad de sus compañeros, por lo que el matón –invadido por la envidia– busca minimizarlos.
Hay otros que presentan problemas de aprendizaje, particularidades físicas (gorditos, bajitos, de orejas grandes, con acné severo) o características diferentes a las del resto de compañeros. Además, entran en juego los aspectos mencionados sobre condición económica, nacionalidad o grupo étnico.
“No lo sé... siempre fui reservado y tímido, y a la gente no le gustaba que yo no fuera el más deportista ni el más ruidoso. Yo era el más disciplinado”, razona Douglas al pensar en las causas por las cuales fue blanco de los
En medio de las víctimas y los victimarios, están los testigos, quienes también sufren una afectación emocional. Son aquellos que guardan silencio ante el maltrato o hasta le ríen y aplauden las gracias al matón por temor a convertirse en una más de sus presas.
Las consecuencias son graves para los tres tipos de protagonistas. Las víctimas suelen presentar una repentina baja en su nivel académico, y disminuyen su interés por las actividades a las que antes asistían. A veces, presentan síntomas físicos: alergias, padecimientos estomacales, falta de sueño y de apetito, entre otros males.
Es común que se conviertan en personas irritables y que caigan en estados depresivos. En casos extremos, se pueden registrar autoflagelos, como cortaduras o golpes, y hasta el suicidio . En Estados Unidos, Canadá y España, se han reportado casos de alumnos acosados que deciden ponerle fin a su tortura, quitándose la vida.
Mientras tanto, el acosador puede aumentar sus niveles de agresividad, adoptar conductas sociópatas, convertirse en un padre y esposo agresor o volverse un delincuente.
Finalmente, los testigos viven temerosos y con sentimientos de culpa por no detener o denunciar lo sucedido, al tiempo que se sienten impotentes.
La solución para frenar el
Dentro de los n uevos protocolos de atención del MEP, hay estrategias concretas que le dicen al profesorado cómo actuar, para que el
Tanto Jiménez como la funcionaria del MEP insisten en que hay que fomentar la denuncia para que nadie se queda callado ante esta forma de abuso. Claro que decirlo es fácil... pero llevarlo a la práctica no.
“Es muy difícil romper el silencio, contar lo que uno vivió es algo muy fuerte. Lo que yo sufrí me marcó la vida. Antes era alegre, ahora soy como más introvertido”, manifiesta Douglas, quien, al no recibir respuesta de las autoridades del colegio ante las amenazas que recibió de sus compañeros, acudió al Ministerio Público a poner una denuncia formal.
De hecho, el Organismo de Investigación Judicial y la Fiscalía Penal Juvenil se toman muy en serio el tema del
Pero, lo que realmente le ayudó a Douglas fue un grupo de apoyo llamado Stop Bullying Costa Rica , el cual surgió en julio pasado, a través de una página de Facebook.
Dicho grupo fue ideado y creado por muchachos de colegio de sétimo y octavo año, para escuchar, asesorar y brindar ayuda a las víctimas de esta forma de maltrato (
“Me sentí muy bien en el grupo, me di cuenta de que no estaba solo; de que el
El PANI también brinda este tipo de apoyo por medio de su perfil en Facebook. Aquellos que necesitan desahogarse o pedir consejos, pueden mandar un mensaje privado y les responderá un trabajador social o un psicólogo.
También poseen herramientas más técnicas; por ejemplo, crearon un juego llamado Cacería del Pedobear, en el que se le dan puntos a los adolescentes que denuncien páginas de Facebook que denigren la imagen de personas menores de edad.
En un mes de funcionamiento (inició en febrero), ya se han reportado 2.769 páginas.
Douglas considera que estos aportes son muy relevantes, pues lamenta que la gente –incluyendo docentes, estudiantes y padres de familias– no conoce sobre el
“A mí en el
Todavía Douglas no ha presentado los exámenes de Bachillerato, pero ya está llevando cursos libres de inglés en una universidad estatal.
Asegura que aún no ha superado lo vivido, pero que cada día se esfuerza más por salir adelante.
“Me ha ido bien, me ha ayudado el conocer gente nueva, tengo tranquilidad emocional y me siento positivo. Ese capítulo de mi vida fue muy duro, uno queda golpeado... Lo que le puedo decir a quienes están en la misma situación es que no son los únicos, que sean fuertes, que no se dejen amedrentar, y que no se crean todas esas cosas feas que les dicen”.
Tiene 14 años, pero la propiedad con que habla del tema, la forma de expresarse y la claridad con que explica el objetivo del grupo que integra, la hacen sonar como una especialista con décadas de experiencia y varios títulos universitarios pegados en la pared.
Se llama Alexa Chavarría Mora y cursa el octavo año en el colegio Calasanz.